Con la presente entrada inauguro éste nuevo blog "Somnis de Terraxaman", que viene a sustituir a los anteriores "Terra de Somnis" y "Terra de Somnis II" -tras largos meses de voluntario silencio- que con las entradas que cerraron el conjunto de lo que denominé "El árduo camino de retorno a casa", cumplieron el objetivo que en el 2007 me propuse al inaugurarlos. Podéis ver el conjunto de escritos aquí:
https://issuu.com/home/published/el_arduo_camino_de_regreso_a_casa_v
Más de 1.200.000 lectores de prácticamente todos los paises del mundo se acercaron a aquellos blogs, jamás pude haber imaginado tal cosa. Mi pequeño ego se siente profundamente agradecido por el éxito de aquella propuesta, hoy no quiero ni suponer cual será el destino de éste nuevo -por la forma- y rejuvenecido proyecto.
Hoy más que nunca, estoy plenamente convencido de que es necesario, no, imprescindible, que tomemos consciencia de la gravedad de los momentos históricos, sociales, medioambientales que nos ha tocado vivir.
Éste capitalismo global, última fase del patriarcado, esta ocasionando unos perjuicios - ya casi- irreversibles, a la flora, fauna, a la humanidad misma, al clima, al planeta entero que nos aboca a la destrucción, a la desaparición de la vida tal y como aún la podemos conocer, pero que nuestros nietos y bisnietos -si llegan a poder existir- sólo verán en documentales...
En mi opinión, ésta toma de consciencia lleva implícita un cambio radical en el paradigma: científico, en las relaciones sociales, de género, en la forma de entender la economía, las relaciones interestatales, en la consolidación de nueva y sincera espiritualidad a-religiosa. Ésta va a ser la dirección de todas las entradas del blog, del cual, sólo me siento parcialmente autor, en todo caso un modesto recopilador que puede ofrecer al lector interesado, una síntesis actualizada -en la medida de mis modestas posibilidades- del estado en que se encuentra un determinado tema.
Sí, ya lo sé. Sigo siendo un utópico, un soñador. ¡Que le vamos a hacer!
Os invito a que cuando leais una entrada, os atrevais a comentar. No podéis ni imaginaros lo que se agradecen.
Bien sin más preámbulos, vayamos a la entrada de hoy.
Ulls que mai es tanquen. Ojos que nunca se cierran.
“El mundo del hombre es su ojo” Proverbio Bambara
¿A que se debe el enorme poder de fascinación que ejercen los ojos sobre los seres humanos? ¿Quizás al hecho de que a través de las miradas se produce una comunicación no verbal pero perfectamente comprensible? Hay miradas enamoradas, de ternura, sumisas, dominantes, de odio, que matan...
El ojo que todo lo ve
El simbolismo durante mucho tiempo ha sido utilizado por la humanidad para comunicar ideas que mejor se cristalizaron en una forma compacta. Como dice el dicho muy conocido, ¡una imagen vale más que mil palabras! Los símbolos esotéricos están vivos hoy como lo fueron en el pasado antiguo, pero hay mucha confusión en torno a su uso, la historia, la intención y el significado.
A lo largo de la historia ha habido una fuerte tradición a
través del tiempo, los continentes y las culturas en la utilización del
simbolismo del ojo para representar generalmente una fuerza benevolente
creadora vigilante, que ayuda y protege a la humanidad y representa una parte
espiritual que se encuentra dentro de uno. El ojo como organo principal de la percepción sensorial, guarda una
estrecha relación con importantes elementos como son la luz, el Sol y el
espíritu. Su imagen hace referencia a la contemplación espiritual y a “ser un
espejo del alma”.
Los ojos tienen una intima relación con el tiempo y el espacio, dos de
los vectores por donde discurre nuestra experiencia de la dualidad en nuestro
mundo tridimensional en donde estamos. Tres dimensiones que permiten ir
colocando a nuestro ojo en diferentes posiciones. Cada una de las posiciones
ofrece la imagen desde una perspectiva diferente, y si a esto añadimos que
todos los ojos son distintos, el resultado es una inmensa explosión de información reflejada en nuestras dos retinas.
El ojo abierto por si mismo, significa una visión permanente y omnipresente.
Podemos identificar en numerosas culturas y tradiciones la existencia de tres clases de ojos:
Podemos identificar en numerosas culturas y tradiciones la existencia de tres clases de ojos:
1.
El ojo físico que es el que percibe la
luz
2.
El ojo frontal, también llamado “tercer
ojo”
Si
los dos ojos fisicos corresponden al sol y a la luna, el tercer ojo corresponde
al fuego. Es el ojo de la sabiduría de los budistas que permite la visión
interior, siendo la exteriorización del ojo del corazón.
El
ojo del corazón es el hombre viendo a Dios, pero también Dios viendo al
hombre. Es el instrumento de la unificación de Dios y el alma, del principio y
la manifestación.
Silesius
afirmaba: “El alma tiene dos ojos, uno mira el tiempo y el otro está vuelto
hacia la eternidad”.
La
abertura de los ojos es un signo que representa la abertura hacia el conocimiento.
El ojo que
todo lo ve, lamentablemente se ha convertido en un invento de los manipuladores y la mayoría de
religiones lo han incluido dentro de las herramientas que sus respectivos
dioses tienen para conocer todos tus pecados, por muy escondidos que estén.
Nada se escapa a este ojo celestial que funciona las 24 horas del día con el que los pecadores de este mundo quedan retratados con todo lujo de detalles.
Más adelante recuperaremos el tema del ojo.
Retrocedamos unos cuantos milenios en el tiempo.
Las primeras representaciones
humanas las podemos encontrar en el Paleolítico Superior y las podemos fechar
en el Auriñaciense (30.000 a. C.). Pero es en el período conocido como Gravetiense
cuando se produce una auténtica eclosión de esculturas, representaciones
femeninas, con un canon muy preciso: cuerpo obeso, grandes mamas, barriga
enorme y nalgas prominentes.Nada se escapa a este ojo celestial que funciona las 24 horas del día con el que los pecadores de este mundo quedan retratados con todo lujo de detalles.
Más adelante recuperaremos el tema del ojo.
Retrocedamos unos cuantos milenios en el tiempo.
Podemos admitir que estas figuras
femeninas tenían un significado religioso. Podrían ser Ídolos de la Fertilidad,
imágenes sagradas de los poderes de lo Femenino que da vida y alimento, Diosas
Madres o simplemente Diosas.
Como
es sabido el final del Paleolítico coincide con el retroceso de lo hielos de la
última glaciación. Con la desaparición de éstos, hacia el año 10.000, los
hielos se retiran hacia los polos y comienza la época llamada post-paleolítica.
Muchas tierras quedaron al descubierto, territorios que fueron colonizados por
una fauna y una flora diferente a la anterior. Al mismo tiempo se produce un
aumento del nivel del mar, que, en muchos lugares, llegó a subir unos ciento
cincuenta metros. Así, por ejemplo, el archipiélago que forma el país de Malta
estaba unido a la costa de Sicilia y hace unos 8000 años se separó de la isla
italiana.
Desaparece la Gran Caza, los
grandes mamíferos, como el mamut, el rinoceronte lanudo, etc. y se hace necesario un cambio en la economía.
Las mujeres que antes se dedicaban a la recolección de frutos, ahora empiezan a
distinguir los distintos tipos de vegetales: comestibles, aptos para hacer
tejidos, con propiedades curativas, con poderes afrodisíacos o embriagadores…
Ellas empiezan a cultivar la tierra y a elaborar la cerámica para guardar los
granos de los cereales recolectados.
Y es en este período proto-agrícola cuanto la mujer alcanza unos poderes insospechados debido a la importancia que estas nuevas técnicas que estaban en sus manos. Es entonces cuando algunos autores empiezan a hablar de un mítico “matriarcado”.
Las mujeres son como la gran diosa primordial, la Madre Tierra porque ellas son como la Tierra que guardan en su seno la semilla de la vida: el alimento vegetal o el hijo que lleva en sus entrañas. Se buscaba el origen de la Diosa en la fecundidad de la Tierra porque, como dice Marija Gimbutas: “La diosa del Neolítico tenía la capacidad de hacer surgir todo tipo de vida de su propio cuerpo”.
Y es en este período proto-agrícola cuanto la mujer alcanza unos poderes insospechados debido a la importancia que estas nuevas técnicas que estaban en sus manos. Es entonces cuando algunos autores empiezan a hablar de un mítico “matriarcado”.
Las mujeres son como la gran diosa primordial, la Madre Tierra porque ellas son como la Tierra que guardan en su seno la semilla de la vida: el alimento vegetal o el hijo que lleva en sus entrañas. Se buscaba el origen de la Diosa en la fecundidad de la Tierra porque, como dice Marija Gimbutas: “La diosa del Neolítico tenía la capacidad de hacer surgir todo tipo de vida de su propio cuerpo”.
Pero, tal como hemos visto, “La
figura de una mujer grávida no aparece por primera vez en los comienzos del
Neolítico, sino antes, esto es, durante el Paleolítico, lo que evidencia que el
símbolo fértil del útero es, al menos, tan antiguo como el arte de crear
figurillas (…). En cualquier caso, el simbólico motivo paleolitíco de una mujer
grávida, con manos en el abdomen, pervive hasta el Neolítico”
Muchos teólogos y filósofos opinan que
la religión nació con la consciencia del ser humano. Que en el hecho de
preguntarse qué es y por qué está ahí ya se adivina una inquietud mística,
que en todo caso, no es más que el germen de una religión. Aunque a
la Humanidad de hoy en día no le sea sencillo interpretar las viejas
creencias de la noche de los tiempos.
Sí sabemos, sin embargo, que las primeras sociedades tribales
de las cavernas ya expresaban su religiosidad y sus cultos, a
través de las pinturas rupestres. Eran estas creencias chamánicas,
naturalistas, muy ligadas al entorno y las condiciones climáticas en las que
nuestros antepasados vivían.
El primer gran culto descubierto por la Arqueología
De esas primitivas creencias la más conocida, y
posiblemente una de las más importantes sea el culto a la tierra,
entendida como madre fecunda, y cuyo icono representativo más famoso son las
paleolíticas Venus de Willendorf, estatuillas bastas de
robustas mujeres encintas que representan la fertilidad.
Más adelante en el tiempo, con la llegada de
la agricultura y la ganadería el culto a la tierra no solo
no declinó, sino que se diversificó, y por decirlo de algún modo, se hizo
humano. Los primeros poblados conocidos, como los
de Malta o Çatal Höyuk, en Turquía, dan muestra de ello,
con sus estatuas dedicadas a una diosa madre ya plenamente
identificada como tal. Es un culto que se popularizó en todo el entorno
mediterráneo, y que por supuesto llegó a tierras ibéricas.
Modestas figuras de un gran misterio
Los ejemplos ibéricos de ese culto pueden parecer
modestos, si los comparamos con otros encontrados en países próximos, pero su
difusión en los yacimientos más importantes
del Neolítico y Calcolítico peninsular nos hace pensar que
no por ello fue menos importante ni profunda esa creencia.
Los ídolos oculados, y los ídolos placa o sandalia,
rescatados principalmente de sitios como Los Millares, o de dólmenes y monumentos
megalíticos del sudoeste peninsular, aunque se extendieron un poco por toda la península (Portugal, Extremadura, Andalucía
Occidental…) son las expresiones más evidentes de
los cultos a la diosa madre de que disponemos en nuestro suelo.
Son pequeñas estatuillas, de hueso, marfil o piedra, que
representan una cara, o un cuerpo esquemático, con dos grandes ojos, rodeados
de otros círculos que parecen hacer notar la mirada siempre atenta y vigilante
de la deidad fecunda, solicita, siempre atenta a las necesidades de
sus devotos, y a menudo sufrientes, creyentes. Puede que sea la primera
muestra arqueológica de una religión conocida en nuestro suelo,
sobre la que se sabe poco, y se investiga con menos medios de los necesarios.
Al contemplar de cerca estas figuras, uno siente la
importancia que las comunidades antiguas dedicaron a esas figuras. Se
siente, por así decirlo, el poder místico del culto a la tierra, a su
protección. Al anhelo de una vida llena de beneficios, donde jamás falte el
alimento y donde el ganado y las mujeres sean siempre fértiles, para que el
pueblo que realizó esas estatuillas e ídolos pudiera crecer y prosperar, en
un mundo que ya no era tan hostil como en los viejos tiempos paleolíticos, pero
donde aún varios años de sequía y esterilidad significaban la hambruna y la
muerte.
Y lo peor de todo es que, aunque creamos saber su función, en
realidad su existencia aún es un Misterio sobre
el que la Arqueología planea,
sin llegar a desvelar del todo su función. Y quizás, para algunos soñadores,
sea mejor que siga así.
Pero vayamos por partes.
Hace ya algunos años, se descubrió en Tell Brak, un sitio arqueológico ubicado en la fértil cuenca del Nar al-Khabur, en lo que hoy conocemos como Siria, el denominado Templo de los Ojos (Eye Temple) dedicado a la Diosa Madre Isthar, llamado así por los miles de pequeños ídolos de diversos materiales que se encontraron allí.
Estos curiosos objetos tienen cuerpos casi cuadrados y cabezas delgadas delgadas talladas con de dos a seis grandes ojos.
Algunos son muy sencillos, hechos de barro:
otros con raros y lujosos materiales, como el cristal de roca
la mayoria son individuales, pero otros representan a varios individuos (familias?):
Poco o nada sabemos de su significado, aunque algunos de los especalistas que se han dedicado a estudiarlos, parecen señalar que serían una especie de ex-votos (ofrendas) a la diosa madre, para solicitar algún favor: suerte, protección, salud, etc.
Incluso hay dos, que parecen explícitamente talismanes, contra el mal de ojo:
Estos fascinantes ídolos oculares, que datan de alrededor del 3500-3300 aC, son más antiguos "que las pirámides de Giza y toda la [cultura] minoica de Cnossos".
Parece razonable sugerir que las imágenes de Ishtar cumplieron una función profiláctica. En tiempos posteriores, y con casi la misma intención, la Gran Diosa fue invocada bajo una variedad de nombres en oraciones contra el mal de ojo, de los celos y la envidia.
El arraigo milenario que arrastraba la civilización occidental
hasta 1945, hacía que en lugares como España se hubieran conservado
supersticiones y cultos de origen milenario. Una de las más extrañas fue la del Mal de Ojo o Aojo; superchería en la que se creía hasta
hace medio siglo en gran parte de nuestro territorio (principalmente en
los ámbitos rurales), aunque aún recuerdo que en plena década de los 80, tuve que tratar de convencer sin éxito, a varias madres de alumnas supuestamente afectadas de aojo, y eso en la muy cosmopolita ciudad de Mataró en Catalunya. Costumbre que por su rareza pude estudiar durante un
tiempo, llegando a la conclusión de que su origen estaba al menos en el Egipto
Predinástico y en la Mesopotamia de comienzos del IV milenio a.C..
Manteniéndose el temor a su maldición entre múltiples culturas y durante
decenas de siglos; llegando a mundos tan diferentes como el fenicio, el griego,
el romano, el de Israel, el ibérico, el cristiano o el musulmán.
El mal de ojo no es sólo un tema bien conocido en el
misticismo, también se ha convertido en un término coloquial en la cultura
moderna. Cuando uno mira a otras personas con celos, envidia o incluso con
malicia, se dice que esa persona está dando el “mal de ojo”. El mal de ojo se
ha asociado a diversos credos y naciones a lo largo de los años, de la magia y
la brujería más oscura.
El cristianismo siempre representa el mal de ojo como una
práctica del ocultismo, haciendo referencia al término en sentido
figurado, tanto en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento como el resultado
de la envidia o la codicia.
A lo largo de la historia se han encontrado referencias
literarias referentes al mal de ojo, y gran parte de ella proviene de la región
mediterránea. Desde Platón, el filósofo griego que vivió en el año 400 a.C. hasta
Ateneo, un retórico que vivió en el año 200 d.C. aluden al mal de ojo en sus
escritos, lo que demuestra que esta creencia es una tan antigua como la historia
misma. La realidad es que en toda la historia de la humanidad ciertos
individuos han tenido habilidades paranormales que les permitían hacer daño o
incluso matar a otros aunque fuera intencionadamente o
accidentalmente.
El mal de ojo se refiere a la habilidad sobrenatural para
lanzar hechizos o ejercer poder sobre las vidas de los demás con una simple
mirada. Al mirar a otra persona y “echando el mal de ojo”, se puede inducir a
una maldición sobre sus semejantes que a su vez les embrujarían o harían daño a
todo un pueblo. En la antigua creencia religiosa, las personas que eran capaces
de este poder tenían la capacidad de provocar grandes desastres como
enfermedades, dolencias físicas o incluso la muerte de su víctima.
También tenemos que resaltar la importancia del color de los
ojos. Las personas de ojos de color claro eran consideradas como poseedoras o posibles transmisoras de la maldición.
Todas las personas podemos ser víctimas del mal de ojo, desde
los más jóvenes como bebés y niños pequeños hasta las personas más ancianas.
También se pueden ver afectados los creyentes y los no creyentes, incluso el
ganado o una posesión inanimada.
Quizás ésto nos ayude a entender la existencia de éstos pequeños ídolos:
Pero además, otras culturas también han buscado protección contra el "aojo".
El Ojo de Horus
La representación del ojo de Horus era
utilizada en Egipto como un poderoso amuleto curativo que preservaba de las
enfermedades de los ojos y potenciaba la visión. Su origen como amuleto se
sitúa en la leyenda egipcia que relata la lucha que Horus sostuvo
contra Seth. Como consecuencia fueron numerosos
los Udja depositados en las tumbas como amuletos protectores de los
difuntos, que aseguraban la reconstrucción del ser en el más allá. Su
popularidad como amuleto en el mundo egipcio hizo que se extendiera por todo el
Mediterráneo occidental.
La iconografía de tipo egipcio fue adoptada por las
poblaciones indígenas, durante la I Edad del Hierro en l área de influencia
Tartésica como consecuencia de los contactos con fenicios y foceos."
Mano de fátima
El ojo que está en el medio de la mano es el ojo
turco y que según ellos los sentimientos salen a través de la mirada y por
eso nos tenemos que proteger del mal de ojo o la envidia,
Con el mismo valor en la cultura judía se encuentra la Hamsa:
y así podríamos seguir indefinidamente.
Otra de las hipotesis que se han dado para explicar la apariencia de éstos extraños ídolos, como no podía ser de otro modo, ha sido la de los extraterrestres...
En la página web Maestro Viejo se nos dice: Llegaron a la Tierra muchos seres externos a ella a través de las diferentes edades; sus formas físicas han podido ser muy diferentes tal como nos muestran las muy diversas representaciones que nos han llegado de ellos. Algunos se mostraron sabios, benevolentes y con clara intención de ayudarnos a crecer, tanto en lo material (agricultura, ganaderia) como en lo espiritual (revelaciones y profecías); pero otros trataron de aprovecharse de nosotros a través de las emociones negativas, como el miedo, y haciéndonos sus servidores (los temibles reptilianos). Todos ellos hubieron de estar mucho más avanzados que nosotros en tecnología, en otro caso no pudieran habernos visitado, y con esta podían realizar hazañas que a nuestros antepasados les pudieron parecer milagrosas. Por ello nuestros antepasados los tomaron por dioses. Muchos de ellos llegaron a través del gran portal interdimensional del golfo de Aden y en esa zona crearon grandes civilizaciones a través de extensos periodos de tiempo; las figuras representativas de estos seres tienen similitudes por todos los rincones de la Tierra como si las distancias no hubieran sido un problema para ellos.
Pero volvamos al tema que nos ocupa.
En la península ibérica, el Neolítico Final y la Edad del
Cobre (IV y III milenios ANE) fueron periodos caracterizados por una gran
eclosión de creatividad artística y plástica. Esta creatividad se manifestó en
medios y soportes muy distintos, que incluyeron el arte rupestre, el llamado
arte megalítico (conformado por las grafías grabadas y pintadas que decoraban
algunos monumentos megalíticos,
así como por la estatuaria en piedra que les
estaba asociada), las cerámicas simbólicas, que muestran decoraciones muy
elaboradas, así como la miríada de tipos de ídolos y figurillas que por
centenares se encuentran en todos los yacimientos de este largo periodo. Los
ídolos calcolíticos constituyen de hecho un conjunto de elementos materiales
del mayor interés; en soportes diversos, tales como placas de pizarra, huesos
de animales o cilindros hechos en piedra, nos muestran una rica imaginería que
es reflejo de las complejas cosmovisiones de estas sociedades.
Aunque el ámbito
de las creencias religiosas y el simbolismo es difícil de tratar
arqueológicamente, pues exige datos precisos y de buena calidad, lo que salta a
la vista es que tales cosmovisiones estaban pobladas de antepasados
importantes, a los que se daba culto, y de seres sobrenaturales y divinidades
que mostraban una fuerte afinidad con la naturaleza y, sobre todo, los
animales. Dentro de este contexto, el oculado, uno de los motivos más
omnipresentes, ha sido siempre considerado como símbolo de una gran divinidad
tutelar que todo lo ve y lo conoce.
Recientemente hemos encontrado una magnífica
placa de oro en Valencina de la Concepción (Sevilla), en la que se representaron varios motivos
oculados. Se da la curiosa circunstancia de que los únicos motivos oculados
conocidos sobre piezas áureas se encuentran en Valencina de la Concepción y su
entorno inmediato, lo que quizás sugiere que esta combinación de elementos (oro
+ oculado) conformaba un identificador étnico o cultural de las poblaciones del
bajo Guadalquivir. Con la transición a la Edad del Bronce en torno a 2200 ANE
toda esta riqueza artística y plástica desapareció de una forma abrupta.
Como veremos, en unos casos
conocemos las circunstancias precisas de localización de los objetos, mientras
que en otros carecemos de la información más elemental. Sin embargo en conjunto
podemos reconstruir un panorama general en el que observamos la importancia que
este motivo iconográfico alcanzó en la mitad meridional de la Península con el
desarrollo de la economía productiva, sobre todo desde las fases avanzadas de
la misma, donde los oculados son una más de las representaciones que venimos
vinculando al campo simbólico.
Aunque encontramos algunos paralelos a las manifestaciones
oculadas en otros puntos del Mediterráneo, es en la Península Ibérica donde este
tema alcanza un mayor protagonismo. A lo largo de las siguientes páginas se
encontrarán referencias que nos hablan de la importancia otorgada a estos
objetos, como son los datos relativos a la reutilización y/o transformación de
los ídolos, su producción en talleres especializados, su relación con el
referente humano, plasmada en las posibles representaciones de tatuajes e
indumentaria y el papel desempeñado tanto en los ajuares funerarios, como en el
conjunto de imágenes simbólicas de estas sociedades.
El tema del oculado, a veces visto como soliforme, es una idea
antigua que se remonta al Neolítico Antiguo y no exclusiva de la Península
Ibérica, aunque fue en ella durante el Neolítico Final y el Calcolítico donde y
cuando parece que tuvo un éxito especial. El oculado o soliforme, formado por
un círculo con una aureola de rayos alrededor, aparece representado sobre
cerámicas del Neolítico Antiguo.
En el año 2009, se celebró en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, un simposio sobre éstos ídolos oculados,
os adjunto el enlace con el que podéis acceder a los materiales que allí se debatieron:
http://www.man.es/man/estudio/publicaciones/conferencias-congresos/2009-Ojos
de los que hemos extraído además del título, algunos de las ideas que se exponen en la presente entrada.
Sean lo que sean, representaciones esquemáticas de la religión centrada en el culto a la Gran Madre Tierra -como defienden la mayoría de los especialistas-, u objetos mágicos con una función apotropaica o protectora,
protegen a los vivos y sus posesiones de las fuerzas del mal que se transmiten
a través de la miradas, que servirián de elementos
guardianes del saqueo y profanación de las tumbas de lo muertos que se basan en el
principio de que si el enemigo es visto y descubierto éste no puede ya hacernos
daño; lo cierto es que caben aún muchísimas otras interpretaciones, más adelante retomaremos éste importante aspecto.
Una Venus egipcia del 6000 ane. que está revolucionando la egiptologia.
Van a tener que revisarlo todo, tanto en el Louvre como en los libros de historia. Si los análisis confirman el hallazgo del arqueólogo y egiptólogo francés Luc Watrin, entonces la más antigua estatuilla de la prehistoria egipcia no está en un museo ni en ninguna publicación, sino en una colección privada en París. Esta estatuilla, tiene una datación de "unos 6000 años antes de Jesucristo", dice Luc Watrin sosteniendo en sus manos el objeto comprado por un coleccionista privado hace doce años en la Galeria Cibeles de París. La estatuilla es de basalto, de color gris y grano muy fino, y tiene unas dimensiones de 18 cm de alto por 10 cm de ancho. Su forma es de barril, con dos agujeros para los ojos, una nariz recta y ligeramente truncado en la parte superior y en la base, y con curvas voluptuosas sorprendentemente contemporáneas.
Esta es una "diosa madre", afirma este investigador independiente, que asienta su notoriedad en más de ochenta publicaciones (incluidas en GREPAL, Grupo de Investigación Europea de Arqueología en el Levante, y que él dirige), así como en múltiples participaciones en congresos internacionales.
"Nadie habría podido predecir tal descubrimiento", aduce Emmanuelle Honoré, arqueóloga agregada al equipo de África, una sociedad mediombiental del UMR 7041 para la arqueología y las ciencias de la antigüedad en el CNRS, que ha podido ver el objeto. "Esta estatuilla muestra cierta idealización de la imagen de la mujer en momentos en que las representaciones femeninas eran extremadamente raras. La misma es estilizada, y va permitir comprender las preocupaciones intelectuales durante la prehistoria egipcia. Su significación antropológica es inmensa".
Independientemente de los efectos revolucionarios que ésta estatuita pueda provocar en los círculos de egiptólogos profesionales o aficionados, lo cierto es que en mi opinión, establece un precedente para nuestros ídolos oculados, creando un motivo o modelo que se expandiría por toda el área mediterrania, hasta llegar a la Península Ibérica.
El motivo soliforme se encuentra presente en las
decoraciones impresas de Neolítico antiguo. Durante el Neolítico antiguo y
medio peninsular existen también diversos recipientes cerámicos decorados con
ojos que muestran que el tema oculado se encuentra presente en la Península Ibérica
con anterioridad a la proliferación de los ídolos oculados.
La Venus de Gavà
Una de las primeras imágenes peninsulares que presentan decoraciones solares u oculadas
entre la cerámica del Neolítico Medio de los Sepulcros de Fosa en Cataluña, destaca la pieza antropomorfa descubierta en las Minas de Gavà, en la que
el motivo solar se utilizó para representar explícitamente los ojos. Esta pieza
constituye, probablemente, uno de los precedentes más evidentes de los ídolos
oculados conocidos durante el Neolítico Final y el Calcolítico en la mitad meridional
de la Península Ibérica.
La pieza antropomorfa de Gavà fue hallada rota en varios
fragmentos, de los que pudieron ser unidos siete y que permitieron reconocer
una parte significativa de la misma. Los fragmentos de esta pieza fueron
descubiertos con las excavaciones que entre los años 1992 y 1994 llevó a cabo
la arqueòloga Alícia Estrada, en el relleno de uno de los
numerosos pozos mineros de época neolítica conocidos en Gavà, concretamente en
el número 16. Los fragmentos de la pieza
antropomorfa de cerámica de Gavà fueron hallados repartidos por diferentes
niveles del relleno del citado pozo número 16, desde el nivel 2 hasta el 8. Los fragmentos de la pieza antropomorfa de Gavà quedaron enterrados
en el Neolítico al lado de un conjunto de materiales arqueológicos numeroso y
variado.
Entre ellos distinguimos una gran multitud de fragmentos de cerámica
correspondientes a un considerable número de recipientes, algunos de los cuales
han podido ser reconstruidos; distintos tipos de industria lítica, entre los
que distinguimos sílex tallado, azuelas y hachas sobre rocas pulimentadas,
picos y mazas de minero sobre rocas picoteadas, o distintos tipos de útiles
para la elaboración de adornos corporales; así mismo han sido halladas un gran
número de cuentas de variscita rotas durante su proceso de elaboración; también
quedaron enterrados materiales de construcción en tierra correspondientes a
estructuras de hábitat que debían existir en la superficie, no lejos de la boca
de esta mina; restos de fauna que pertenecen a diferentes especies de animales,
tanto doméstica como salvaje y tanto terrestre como marina; por último
distinguimos los numerosos restos botánicos aparecidos, carbones de madera,
semillas y polen de diferentes especies vegetales, tanto silvestres como
cultivades.
Un relleno como el que aquí acabamos de describir parece
resultado de la voluntad, por un lado, de acumular desperdicios o basuras en el
interior de las minas abandonadas y, por otro lado, de evitar amontonar los residuos
mineros fuera de ellas, lo que habría dificultado la apertura de nuevos pozos o
la localización de cultivos que según la palinología estuvieron emplazados muy
cerca de ellos. Aunque no podemos descartar que el
colmatado de las estructuras mineras tuviera también un significado mágico
relacionado con la creencia de que al rellenar las minas se devolvía el
subsuelo explotado a su estado original propiciando la regeneración espontánea
del mineral en el seno de la tierra, mito recogido por autores de la antigüedad
como el griego Estrabón o como el latino Plinio el Viejo y quizás de origen
prehistórico.
En cuanto a la cronología de la cerámica antropomorfa de Gavà,
dadas las características de los materiales que acompañaban a sus distintos
fragmentos podemos situarla en el Neolítico Medio: las dataciones se sitúan
entre los años 4000 y 3800 a.C., es decir
dentro del primer cuarto del IV milenio a.C.
La pieza antropomorfa de Gavà es, como hemos dicho, una pieza
de cerámica. El color de su pasta es rojo, mientras que el de las superficies
interna y externa es negro. Éstas presentan un acabado bruñido que junto con la
coloración oscura de la superficie resulta característico de muchas de las
cerámicas del Neolítico Medio en lo que hoy es Cataluña. La pieza está decorada
con relieves e incisiones muy finas y rellenas de una pasta de color blanco, quizás
elaborada con polvo de conchas trituradas, lo que acentúa el contraste entre
las incisiones y el fondo negro haciéndolas más visibles.
Los ojos de la pieza de las Minas de Gavá son circulares, semejantes
a soles, con el centro en relieve y una aureola de líneas incisas a su
alrededor. La nariz está representada también en relieve, estrecha, alargada y
con los agujeros de las dos fosas nasales marcados. Por debajo de la nariz
existe un motivo inciso, con forma de peine y una línea quebrada ascendente en
cada extremo, en el que vemos la representación de un collar.
También están representados en relieve los pechos y las
extremidades superiores. Éstas dobladas en ángulo recto por el codo, con ocho
incisiones transversales sobre cada antebrazo que representan pulseras y otras
incisiones parecidas en la parte superior de los brazos. Las manos están
abiertas y con las palmas apoyadas sobre el vientre y por debajo de la mano
izquierda se observan unas líneas incisas que dibujan parte de un ramiforme
sostenido por dicha mano. El vientre está abultado como el de una mujer
embarazada y con unas líneas horizontales paralelas en sus dos costados que quizás
representen las estrías que son propias del abdomen de una mujer encinta. La
representación del embarazo, junto a la de los pechos, no deja ninguna duda de
que se trata de una representación antropomorfa femenina.
Las medidas de la parte conservada de la pieza antropomorfa de
Gavà son 16 cm de altura, 11 cm de ancho y 6,6 cm de fondo. Tiene la cabeza
unida directamente al cuerpo, sin que aparezca el cuello ni tampoco la boca.
Por su morfología podemos decir que sigue un canon desproporcionado, ya que los
ojos y la nariz no guardan proporción con el cuerpo, los pechos o las
extremidades superiores. En cuanto a la estructura de la pieza, se observa que
es simétrica respectoa un eje vertical que pasa por la nariz, el pectiniforme y
las manos; así mismo se observa que está organizada a partir de unos ejes verticales (nariz –
manos, ojos – pechos y brazos) y horizontales (ojos, pechos y antebrazos).
En cuanto a la interpretación de la cerámica antropomorfa de
las Minas de Gavà pensamos que existen argumentos que permiten relacionarla con
cultos a la fertilidad, la fecundidad y
una “diosa madre”. Una interpretación como ésta se deduce del color negro de la
pieza, que estudios sobre simbolismo antiguo vinculan a la fertilidad (Gimbutas
1990: 144), de la feminidad de la pieza, como hemos visto visible en la
representación de los pechos y del embarazo, y de la evocación de la
maternidad, a través del mismo embarazo y de la posición maternal y protectora
de las manos sobre el vientre.
Para acabar con el tema de los ídolos oculados en Catalunya, donde no se han hayado más que unas pocas representaciones, añadimos la siguiente fotografia de algunas de ellas...
Y del menhir recientemente descubierto en el Pla de les Pruneres en Mollet del Vallés:
Para acabar con el tema de los ídolos oculados en Catalunya, donde no se han hayado más que unas pocas representaciones, añadimos la siguiente fotografia de algunas de ellas...
Y del menhir recientemente descubierto en el Pla de les Pruneres en Mollet del Vallés:
A lo largo de más de un siglo, las representaciones oculadas
peninsulares han sido interpretades de diversas formas que desde el punto de vista "oficial" bien podrían
agruparse en dos grupos. Por una parte las que postulan que se trata de
representaciones de una divinidad y, por otra, las que ven en ellas una representación
simbólica de las personas a las que se asocian en las sepulturas.
La primera opción -como ya hemos apuntado anteriormente- es la que más opiniones reúne y más variedad
muestra en la interpretación de sus atributos. A comienzos del pasado siglo M.
J. Déchelette las consideraba como rostros tatuados de una divinidad femenina en su carácter de divinidad funeraria, protectora de las sepulturas.
Así mismo han sido relacionadas con la divinidad femenina
mediterránea de los «ojos de lechuza » que aparece en el Próximo Oriente a fines
del IV milenio a.C. (Gimbutas 1991). Los ojos serían el símbolo de la diosa Ave
y el tatuaje facial simbolizaría el agua que fluye,
mientras otros investigadores ven en los oculados a la diosa de los ojos de sol
o de fuego, una divinidad de los metalúrgicos del cobre y,
para los ejemplares que presentan un segundo par de ojos, se ha sugerido que
serían la representación de pechos.
La otra corriente interpretativa considera a los pequeños
ídolos de las sepulturas megalíticas peninsulares como la representación de
antepasados (Eliade 1974). En este sentido se ha postulado que los oculados
sobre huesos largos podrían actuar como elementos de carácter heráldico, al
darse una situación similar a la de los ídolos placa, siguiendo la teoría de K. T. Lillios (2008: 135–151) quien postula que las
placas serían emblemas estrechamente vinculados a la identidad del inhumado
cumpliendo una función heráldica, representando la filiación genealógica y el
linaje de individuos de la élite, viendo en los diversos motivos geométricos el
linaje y en las filas horizontales el número de generaciones pasadas desde el
ancestro originario. En opinión de esta investigadora, las placas surgirían en
un ambiente de competición social para controlar el acceso al territorio y a
los recursos de la región del Alentejo, suelos fértiles y afloramientos de
cobre y de amfibolites.
El hecho de que no coincida el número de oculados con el
número de enterrados en un sepulcro lleva a pensar que no todos los integrantes
de la comunidad eran merecedores de tal “privilegio” o distinción, de lo que se
podría hacer una lectura en términos de desigualdad social, como puede
deducirse de otros elementos peculiares del registro funerario como los
colgantes acanalados.
Pero las características de los depósitos no permiten,
con los datos actuales, asociar estos elementos a una élite o a un grupo social
determinado en función de su genero o edad.
Todo parece apuntar a que ante la variedad formal de los
ídolos del Neolítico final y del Calcolítico peninsular, habría que descartar
en este momento un pensamiento religioso monoteista y considerar la existencia
de la creencia en diversos entes divinos relacionados con distintas actividades
de la vida y con la muerte. Los ojos abiertos de los ídolos oculados llevarían codificado
un mensaje (¿mirada divina protectora o vigilante?) que no parece ser el mismo que
portan los demás ídolos sincrónicos carentes de detalles faciales. Sea cual
fuere el verdadero significado de los ídolos, parece evidente que juegan un
papel importante en el mundo funerario, toda vez que con frecuencia acompañan a
los muertos, bien de forma individual relacionados con un cráneo, como se
observa con algunos ejemplares valencianos, bien como depósito colectivo
agrupados en un lugar del sepulcro, como sucede en La Pijotilla.
Aunque en cada región la representación de los ojos adopta
unas peculiaridades propias, unos componentes iconográficos semejantes, y el
empleo de huesos largos como soporte, repartidos en un área geográfica tan
amplia, han de responder a un trasfondo simbólico–religioso común aunque
pertenezcan a unas realidades culturales diferentes, que encuentra explicación en
las amplias redes de intercambio de alcance interregional que se observan
durante el Neolítico final y Calcolítico de la mitad Sur peninsular, donde
circulan abundantes materias primas, objetos manufacturados y también, muy
probablemente personas, las cuales portarían consigo sus referentes simbólicos.
podemos admitir que el tema “oculado” por su reiteración constituye
la esencia de la ideología religiosa de estas sociedades del IV y III milenio a.n.e.
En la situación actual no resulta factible establecer
interpretaciones artefactuales al margen de su realidad contextual y de las
evidencias que conectan las placas decoradas con elementos de variado soporte y
ubicación. Es esa perspectiva más integral en el marco de las representaciones
antropomorfas que se asocian al megalitismo ibérico.
La confluencia de estas piezas en el Alentejo y su dispersión
en el entorno de este núcleo megalítico, avala su posición central en la
producción de este tipo de objetos. Su cantidad, su calidad y las sensibles
diferencias en las técnicas, materias primas y diseños geométricos, nos sirvieron
para proponer una interpretación de talleres con marcos regionales o comarcales
de distribución y, en ese rango de hipótesis, de un
artesanado que incluiría a sus productores y usuarios en el camino a la
desigualdad social.
Efectivamente, existen algunas placas que nos permiten suponer, por la elaboración de los diseños y por la perfección de sus decoraciones, la existencia de unos artesanos muy especializados en la producción de estas placas:
El destacado papel de las imágenes humanas en el conjunto gráfico del megalitismo europeo supone una referencia incuestionable en la que comprender las placas decoradas como una más de las versiones, en este caso portátil, que hemos propuesto interpretar como especializaciones identitarias.
Efectivamente, existen algunas placas que nos permiten suponer, por la elaboración de los diseños y por la perfección de sus decoraciones, la existencia de unos artesanos muy especializados en la producción de estas placas:
Pero hay tambien otras en las que no podemos ver la especialización por ningún sitio, más bien lo contrario:
El destacado papel de las imágenes humanas en el conjunto gráfico del megalitismo europeo supone una referencia incuestionable en la que comprender las placas decoradas como una más de las versiones, en este caso portátil, que hemos propuesto interpretar como especializaciones identitarias.
La tradicional interpretación del megalitismo alentejano situaba en el interior
de sus megalitos la presencia de abundantes placas decoradas realizadas
mayoritariamente sobre esquisto. Su valoración como imágenes de diosas
orientales realizadas en materias primas de carácter local, corría pareja a la de un megalitismo tardío dependiente del Sureste que fijaba
el desarrollo de estos objetos a partir de la segunda mitad del III milenio
cal. BC.
En el contexto de la perspectiva orientalista hay que incluir
su interpretación como ídolo de la “diosa”, el objeto que permite conectarse
con ella. Imágenes femeninas de carácter apotropaico, ojos que todo lo ven,
manifestaciones de lo sagrado o “deusas da noite”, aludiendo a su aspecto de lechuza.
Referencias todas más poéticas que contrastables, pues lo
cierto es que las representacions que nos ocupan tienen ojos porque ese es un
elemento indisociable de la figura humana y su definición sexual es muy difícil
de establecer en una parte importante de los casos. El protagonismo de los ojos–soles
en algunas de las placas, conecta con la asociación más común en todo el arte
esquemático ibérico, la que une de modo constante figuras antropomorfas con imágenes
solares en tipos mixtos antropomorfo/sol que superan la realidad humana y que deben
aludir a personajes míticos. Esto es así en el
caso de las placas decoradas y en el de otros muchos objetos, o en los paneles
con grafías pintadas y grabadas.
Las placas serían, pues, una versión más de un panorama muy
generalizado de imágenes no reales que tienen en el sol su referencia más
constante, como sucede en la mayor parte de las culturas agropecuarias.
Nuestra identificación de talleres y decoraciones con
delimitación grupal de caràcter identitario, se suma a la
hipótesis de Lisboa y Gomes y se traduce en la definición de las placas
como objetos heráldicos. La variedad de decoraciones geométricas y de perfiles
se ha venido esgrimiendo como base de tipologías más o menos complejas, en las
que se da cabida a tipos mixtos. Admitiendo que la imagen humana es la intención básica de estas piezas,
optamos por establecer dos grandes grupos, uno de contornos más claramente antropomorfos
–A–, y en ese sentido, de elementos de vis escultórica, y otro de contornos y decoraciones
de fuerte tendencia geométrica.
Por un lado las placas que se asocian a individuos concretos,
que hemos propuesto definir como “amuletos–placa” y, por otro, las que desempeñan
papeles escultóricos –“estelas-placa”–, ocupando lugares a la entrada de la
cámara o a la entrada del monumento, que responden a ofrendas de carácter
colectivo.
El conocimiento cada vez más amplio de los proyectos
integrales que afectan a la decoración de los monumentos megalíticos, incluye
el destacado papel de los sintagmas geométricos. Estos reiteran temáticas
conocidas en las diversas variantes de placas decoradas, sustentando una trasposición
de significados entre soportes muebles y soportes parietales que creemos del
máximo interés.Todos
reflejarían imágenes humanas vestidas con mantos que les cubrían por completo,
identificados por decoraciones geométricas más o menos elaboradas .
Los
objetos que nos ocupan son una versión portàtil de las que forman parte del
imaginario que se aplica al mundo sepulcral relacionado con el culto a los
ancestros. Los soportes de los dólmenes son grandes placas escultóricas que
representan figuras humanas en versiones más o menos explícitas.
Se han distinguido 8 tipos principales de placas a partir de
la estructura compositiva, la forma, número de perforaciones, número de caras
grabadas y motivos presentes, identificándolos como tipos I a VIII:
Tipo I: Clásico.
Constituye el tipo de placa más abundante y ampliamente distribuido. Las placas clásicas tienen una estructura compositiva bipartida consistente en un tercio superior estrecho y dos tercios inferiores (base) más amplios. La parte superior tiene también un campo triangular vacío en el centro (a menudo con una perforación) y un conjunto limitado de motivos, tales como correas, uves invertidas o rayos. Separando las partes superior e inferior hay bien una única línea horitzontal o bien una o varias bandas horizontales, que pueden aparecer sin decoración o decoradas con retícula, triángulos o algún otros motivo geométrico. Los elementos decorativos se concentran en la base, encontrándose uno o más de una serie de seis motivos geométricos repetitivos: ajedrezado, bandas verticales, triángulos, chevrons, espigas y zigzags.
Tipo II: Transicional.
Las placas transicionales se caracterizan por motivos que llenan casi la totalidad de la placa, con la excepción del campo triangular próximo a la perforación. Al contrario que las placas clásicas, las transicionales no están claramente divididas en dos campos compositivos. Este tipo es el segundo más común y también aparece con una amplia distribución. Los motivos asociados con estas placas son triángulos, chevrons y zigzags.
Tipo III: Azada.
Son raras, también de estructura transicional, pero de forma compuesta (o con hombros marcados), aparecen decoradas únicamente
con triángulos.
Tipo IV: Unipartitas.
Las placas unipartitas tienen motivos que cubren toda la cara de la placa, sin que ningún elemento formal separe la parte alta de la base. En estas placas se utilizan varios motivos distintos.
Las placas unipartitas tienen motivos que cubren toda la cara de la placa, sin que ningún elemento formal separe la parte alta de la base. En estas placas se utilizan varios motivos distintos.
Tipo V: Alfombras.
Estas placas tienen una composición distintiva (un campo cuadrado o rectangular rodeado por un ribete decorado) y están grabadas en las dos caras. Los motivos asemejan un textil o alfombra. Las placas alfombra están normalmente hechas en arenisca de color rosa, aunque algunas se manufacturaron en pizarra y esquisto. Estas places son raras, y se las encuentra en la periferia de la región general por la que se distribuyen.
Tipo VI: Atirantadas.
Estas placas son de forma compuesta, tienen dos perforaciones y presentan motivos en forma de tirantes y triángulos. Son asimismo bastante raras, y se las encuentra únicamente en el sector noreste del área general de distribución de las placas.
Tipo VII: Biomórfico simple.
Estas placas (junto con las de Tipo VIII) son las que en gran medida alimentaron la interpretación de las places como Diosa Madre. Las placas de tipo biomórfico simple muestran lo que parecen ser “apéndices” y a veces “ojos” o una “nariz”. Son escasas y se las encuentra generalmente en el sector noreste del ámbito de distribución de las placas.
Tipo VIII: Biomórfico whiskered.
Estas placas son similares y relacionades a las de tipo biomórfico simple, aunque sus diseños incorporan más motivos geométricos (imagen 4 y 8). Tienen múltiples registros de triángulos (que a menudo aparecen invertidos) o chevrones en el anverso, 2 ó 3 bandas que irradian de la “nariz” (y que asemejan “bigotes” – whiskers) y “borlas” en el reverso. Son raras y aparecen fundamentalmente a lo largo de la periferia de del ámbito de distribución de las placas.
Existen además, otros estilos o variantes
incluso recicladas
Al margen del caracter heráldico que estamos apuntando, recientes hipótesis vienen a dar un significado totalmente diferente y complementario a todo los dicho hasta ahora.
Poco antes de la segunda
mitad del IV milenio aC, los dólmenes se alargaron o se les adicionó un pasillo
de acceso, dando lugar al denominado sepulcro de corredor. Entre el ajuar de
estos sepulcres, aparece un elemento definidor de este período. Son los
llamados ídolos-placa, generalmente de pizarra, grabados por uno o por los dos
lados con incisiones geométricas de diverses formes. Su tamaño varía, desde los
que se pueden colgar del cuello hasta los que llegan a pesar un kilogramo. En excavacions
metódicas, se ha podido constatar que cada inhumación se corresponde con una
placa, además de haberse evidenciado el bajo número e individuos, como si éstos
hubiern sido diferenciados más por sus poderes o conocimientos religiosos que
por su situación econòmica, ya que todos los ajuares son pobres.
Posiblemente, cada
sacerdote tenia su pròpia placa en la que dibujaba de forma críptica –sólo conocida
por él- representacions de los ciclos astronómicos sagrados con los que, al sacralitzar
la placa, la convertía, además en distintivo social y en un objeto de devoción.
Las disposicions geométricas
de las places, han revelado su caràcter astronómico definidor del cicló metónico.
Los dos ídolos-placa que presentamos a continuación, dentro de este mismo
rasgo, tienen una mayor compleidad pues en ellos están indicados, en la misma
figura, todas las cifras claves del calendario metónico y del predictor de
eclipses lunares. Para la determinación de estas cifras, únicamente , se debe
variar el orden en la computación de las unidades que tiene cada placa.
De la localidad
portuguesa de Idanha a Nova, procede el idolo-placa siguiente:
En su cara, està indicado
el número cuatro por los trazos horizontales. Lo que podríamos definir como
pliegues del vestido forman tres ángulos en su parte central y tres grupos de
tresángulos en sus dos laterales. Todas la cifras clave se sitúan en los dos
primeros ángulos centrales.
En astronomía y con el establecimiento de los calendarios,
el ciclo de Metón o ciclo metónico es un común
múltiplo aproximativo de los períodos orbitales de la Tierra y
de la Luna.
En efecto, 19 años tropicales y 235 meses sinódicos no difieren más que en
2 horas;
de ahí que después de 19 años, las mismas fechas del año correspondan con las
mismas fases de la Luna.
El puesto de un año en este ciclo se llama número áureo, quizá porque era
grabado cada año en los pilares de un templo en Atenas y
es utilizado para el cálculo de la fecha de Pascua.
El nombre de ciclo metónico proviene
del astrónomo griego Metón,
quien había señalado ya esta coincidencia alrededor del 432 a. C.,
como lo hizo el astrónomo caldeo Kidinnu hacia el 380 a. C. Pero
los escritos cuneiformes parecen indicar que este
ciclo era ya conocido en Mesopotamia desde
el siglo VI a. C. y era utilizado
para predecir los eclipses.
El ciclo de Metón es empleado en los calendarios lunisolares. En efecto, en un
calendario lunisolar típico, la mayor parte de los años son años lunares de 12
meses, pero 7 de los 19 años poseen un mes suplementario, conocido con el
nombre de mes intercalar o embolismico.
En los calendarios babilonios y hebreos antiguos,
los años: 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19, son años de trece meses del ciclo metónico.
Existen igualmente otros dos ciclos similares:
el octaeteris (8 años
≈ 99 lunaciones, cf. calendario ático) y el tritos (11 años ≈ 136
lunaciones).
El ciclo metónico está igualmente próximo (a medio
día casi) de 255 meses
draconíticos. Es pues igualmente un ciclo de eclipses, que dura
solamente 4 o 5 eclipses. El tritos, cercano a 146,5 meses draconíticos, es un
mejor ciclo de eclipses.
Se ha realizado un estudio estadístico de los motivos decorativos que aparecen en los ídolos placa asociados al fenómeno megalítico en el sudoeste de la Península Ibérica. Los histogramas muestran dos picos claramente significativos centrados en 12,4 y entre 27,7 y 29½, respectivamente. Estos números poseen un marcado carácter astronómico (número de lunaciones en un año trópico, número de días en un mes) lo que podría indicar que los ídolos placa presentan algún tipo de simbología astronómica, de carácter lunisolar, que viene a confirmar los resultados obtenidos por la orientación de los monumentos megalíticos de la región (las antas o dólmenes), donde los propios ídolos fueron encontrados.
Arriba podemos ver diversos ejemplos de ídolos placa ibéricos con motivos (triángulos, zigzags o cuadrados) que repiten, entre otros, los números 28, 29 o 30. Son muy frecuentes y posiblemente dan cuenta del número de días de una lunación, como redondeo de la duración del mes sinódico de 29½ días o del sidéreo de 27,6 días. El de Brissos (arriba a la derecha) muestra un patrón de 19 o 20 triángulos, otra cifra frecuente en la decoración de los ídolos placa. El análisis estadístico del número de motivos (en su mayoría triángulos, aunque también líneas, zigzags o cuadrados) que se pueden encontrar en una muestra de 130 ídolos placa descubiertos en dólmenes del sudoeste de la Península Ibérica, destacan claramente dos picos significativos centrados cerca de 12½ y de 29, dos números con fuerte significado astronómico.
El mes sinódico es el período que transcurre entre dos mismas fases consecutivas de la Luna, siendo su duración aproximada de 29,53 días. La causa de las fases de la Luna es que vemos la parte de la Luna que se ilumina por el Sol y ello depende de su posición relativa respecto al Sol (vista desde la Tierra). Ya que la Tierra gira alrededor del Sol, la Luna tarda un tiempo extra (después de completar un mes sideral) en volver a la misma posición con respecto al Sol. Este periodo más largo se llama sinódico. Debido a las perturbaciones de las órbitas de la Tierra y Luna, el tiempo real entre lunaciones puede variar entre 29,27 y 29,83 días, aproximadamente.
Los hallazgos arqueológicos demuestran que ya en el Paleolítico se contaba el tiempo usando las fases de la Luna. Asimismo, el mes sinódico es todavía la base de muchos calendarios.
La placa anterior, procede del dolmen de la Granja de
Céspedes (Badajoz) y se halla depositada en el Museo Arqueológico Nacional. En
su parte derecha (a) tiene seis ángulos rayados; en la central (b) cinco y en
la izquierda (c) cuatro ángulos, todos ellos bien dibujados. Contandolos según
el cuadro 4, se determina el cicló metónico. Las cifras del calendario se
obtienen en el cuadro 5, Las cifra del predictor se destacan de los ojos.
El motivo oculado en otros soportes
Existe además una enorme variedad de oculados en muy diferentes soportes, como por ejemplo cerámicas:
Pinturas rupestres
Estelas de piedra
Directamente moldeados en las rocas
Como hemos podido ver a lo largo de la presente entrada el tema de los ídolos oculados presenta muchos interrogantes, más allá de lo que en principio se planteaban los arqueólogos discutiendo sobre los materiales, las formas, etc. Deduciendo de todo lo dicho, podríamos hacer una primera lista de posibilidades:
* Parece bastante evidente que los oculados fueron objetos de culto y muy apreciados y generalizados.
* Quizás se trata de representaciones esquemáticas de la Gran Madre de la primera gran religión de la Humanidad.
* Puede que fuesen ofrendas votivas a la Gran Madre.
* Para propiciar la fertilidad y la fecundidad.
* Representaciones de los primeros instructores venidos de las estrellas.
* Talismanes contra el Mal de Ojo.
* Amuletos protectores de los sepulcros y de los bienes depositados en ellos.
* Recordatorios heráldicos de grandes ancestros.
* Calendarios lunisolares para predecir estaciones, eclipses en manos de los sacerdotes de aquella primitiva religión.
Son muchas las cosas, pues, que han ido reestructurándose desde las viejas hipótesis en las que el objeto era el fin mismo del análisis. Lecturas más integrales son las que avanzan en la dirección de añadir matices al estudio del ritual funerario de los ancestros, que tiene en las esculturillas antropomorfas del Neolítico, Calcolítico y Bronce una dimensión de la medida que la imagen humana posee en las referencias mitológicas, culturales y simbólicas de los constructores de los megalitos.
* Parece bastante evidente que los oculados fueron objetos de culto y muy apreciados y generalizados.
* Quizás se trata de representaciones esquemáticas de la Gran Madre de la primera gran religión de la Humanidad.
* Puede que fuesen ofrendas votivas a la Gran Madre.
* Para propiciar la fertilidad y la fecundidad.
* Representaciones de los primeros instructores venidos de las estrellas.
* Talismanes contra el Mal de Ojo.
* Amuletos protectores de los sepulcros y de los bienes depositados en ellos.
* Recordatorios heráldicos de grandes ancestros.
* Calendarios lunisolares para predecir estaciones, eclipses en manos de los sacerdotes de aquella primitiva religión.
Son muchas las cosas, pues, que han ido reestructurándose desde las viejas hipótesis en las que el objeto era el fin mismo del análisis. Lecturas más integrales son las que avanzan en la dirección de añadir matices al estudio del ritual funerario de los ancestros, que tiene en las esculturillas antropomorfas del Neolítico, Calcolítico y Bronce una dimensión de la medida que la imagen humana posee en las referencias mitológicas, culturales y simbólicas de los constructores de los megalitos.