dimarts, 30 d’octubre del 2018

ULLS QUE MAI ES TANQUEN






Con la presente entrada inauguro éste nuevo blog "Somnis de Terraxaman", que viene a sustituir a los anteriores "Terra de Somnis" y "Terra de Somnis II" -tras largos meses de voluntario silencio- que con las entradas que cerraron el conjunto de lo que denominé "El árduo camino de retorno a casa", cumplieron el objetivo que en el 2007 me propuse al inaugurarlos. Podéis ver el conjunto de escritos aquí:


https://issuu.com/home/published/el_arduo_camino_de_regreso_a_casa_v

Más de 1.200.000 lectores de prácticamente todos los paises del mundo se acercaron a aquellos blogs, jamás pude haber imaginado tal cosa. Mi pequeño ego se siente profundamente agradecido por el éxito de aquella propuesta, hoy no quiero ni suponer cual será el destino de éste nuevo -por la forma- y rejuvenecido proyecto. 
Hoy más que nunca, estoy plenamente convencido de que es necesario, no, imprescindible, que tomemos consciencia de la gravedad de los momentos históricos, sociales, medioambientales que nos ha tocado vivir.
Éste capitalismo global, última fase del patriarcado, esta ocasionando unos perjuicios - ya casi- irreversibles, a la flora, fauna, a la humanidad misma, al clima, al planeta entero que nos aboca a la destrucción, a la desaparición de la vida tal y como aún la podemos conocer, pero que nuestros nietos y bisnietos -si llegan a poder existir- sólo verán en documentales...
En mi opinión, ésta toma de consciencia lleva implícita un cambio radical en el paradigma: científico, en las relaciones sociales, de género, en la forma de entender la economía, las relaciones interestatales, en la consolidación de  nueva y sincera espiritualidad a-religiosa. Ésta va a ser la dirección de todas las entradas del blog, del cual, sólo me siento parcialmente autor, en todo caso un modesto recopilador que puede ofrecer al lector interesado, una síntesis actualizada -en la medida de mis modestas posibilidades- del estado en que se encuentra un determinado tema.
Sí, ya lo sé. Sigo siendo un utópico, un soñador. ¡Que le vamos a hacer!
Os invito a que cuando leais una entrada, os atrevais a comentar. No podéis ni imaginaros lo que se agradecen.
Bien sin más preámbulos, vayamos a la entrada de hoy.

Ulls que mai es tanquen. Ojos que nunca se cierran.




“El mundo del hombre es su ojo” Proverbio Bambara




¿A que se debe el enorme poder de fascinación que ejercen los ojos sobre los seres humanos? ¿Quizás al hecho de que a través de las miradas se produce una comunicación no verbal pero perfectamente comprensible? Hay miradas enamoradas, de ternura, sumisas, dominantes, de odio, que matan...

El ojo que todo lo ve




El simbolismo durante mucho tiempo ha sido utilizado por la humanidad para comunicar ideas que mejor se cristalizaron en una forma compacta. Como dice el dicho muy conocido, ¡una imagen vale más que mil palabras! Los símbolos esotéricos están vivos hoy como lo fueron en el pasado antiguo, pero hay mucha confusión en torno a su uso, la historia, la intención y el significado.
A lo largo de la historia ha habido una fuerte tradición a través del tiempo, los continentes y las culturas en la utilización del simbolismo del ojo para representar generalmente una fuerza benevolente creadora vigilante, que ayuda y protege a la humanidad y representa una parte espiritual que se encuentra dentro de uno. El ojo como organo principal de la percepción sensorial, guarda una estrecha relación con importantes elementos como son la luz, el Sol y el espíritu. Su imagen hace referencia a la contemplación espiritual y a “ser un espejo del alma”.
Los ojos tienen una intima relación con el tiempo y el espacio, dos de los vectores por donde discurre nuestra experiencia de la dualidad en nuestro mundo tridimensional en donde estamos. Tres dimensiones que permiten ir colocando a nuestro ojo en diferentes posiciones. Cada una de las posiciones ofrece la imagen desde una perspectiva diferente, y si a esto añadimos que todos los ojos son distintos, el resultado es una inmensa explosión de información  reflejada en nuestras dos retinas.
El ojo abierto por si mismo, significa una visión permanente y omnipresente.
Podemos identificar en numerosas culturas y tradiciones la existencia de tres clases de ojos:
1.   El ojo físico que es el que percibe la luz
2.   El ojo frontal, también llamado “tercer ojo”
3.   El ojo del corazón que percibe la luz espiritual




Si los dos ojos fisicos corresponden al sol y a la luna, el tercer ojo corresponde al fuego. Es el ojo de la sabiduría de los budistas que permite la visión interior, siendo la exteriorización del ojo del corazón.
El ojo del corazón es el hombre viendo a Dios, pero también Dios viendo al hombre. Es el instrumento de la unificación de Dios y el alma, del principio y la manifestación.
Silesius afirmaba: “El alma tiene dos ojos, uno mira el tiempo y el otro está vuelto hacia la eternidad”.
La abertura de los ojos es un signo que representa la abertura hacia el conocimiento. 
El ojo que todo lo ve, lamentablemente se ha convertido en un invento de los manipuladores y la mayoría de religiones lo han incluido dentro de las herramientas que sus respectivos dioses tienen para conocer todos tus pecados, por muy escondidos que estén. 



Nada se escapa a este ojo celestial que funciona las 24 horas del día con el que los pecadores de este mundo quedan retratados con todo lujo de detalles.
Más adelante recuperaremos el tema del ojo.

Retrocedamos unos cuantos milenios en el tiempo.
Las primeras representaciones humanas las podemos encontrar en el Paleolítico Superior y las podemos fechar en el Auriñaciense (30.000 a. C.). Pero es en el período conocido como Gravetiense cuando se produce una auténtica eclosión de esculturas, representaciones femeninas, con un canon muy preciso: cuerpo obeso, grandes mamas, barriga enorme y nalgas prominentes.




Podemos admitir que estas figuras femeninas tenían un significado religioso. Podrían ser Ídolos de la Fertilidad, imágenes sagradas de los poderes de lo Femenino que da vida y alimento, Diosas Madres o simplemente Diosas.
Como es sabido el final del Paleolítico coincide con el retroceso de lo hielos de la última glaciación. Con la desaparición de éstos, hacia el año 10.000, los hielos se retiran hacia los polos y comienza la época llamada post-paleolítica. Muchas tierras quedaron al descubierto, territorios que fueron colonizados por una fauna y una flora diferente a la anterior. Al mismo tiempo se produce un aumento del nivel del mar, que, en muchos lugares, llegó a subir unos ciento cincuenta metros. Así, por ejemplo, el archipiélago que forma el país de Malta estaba unido a la costa de Sicilia y hace unos 8000 años se separó de la isla italiana.
Desaparece la Gran Caza, los grandes mamíferos, como el mamut, el rinoceronte lanudo, etc. y se hace necesario un cambio en la economía. Las mujeres que antes se dedicaban a la recolección de frutos, ahora empiezan a distinguir los distintos tipos de vegetales: comestibles, aptos para hacer tejidos, con propiedades curativas, con poderes afrodisíacos o embriagadores… Ellas empiezan a cultivar la tierra y a elaborar la cerámica para guardar los granos de los cereales recolectados. 
Y es en este período proto-agrícola cuanto la mujer alcanza unos poderes insospechados debido a la importancia que estas nuevas técnicas que estaban en  sus manos. Es entonces cuando algunos autores empiezan a hablar de un mítico “matriarcado”
Las mujeres son como la gran diosa primordial, la Madre Tierra porque ellas son como la Tierra que guardan en su seno la semilla de la vida: el alimento vegetal o el hijo que lleva en sus entrañas. Se buscaba el origen de la Diosa en la fecundidad de la Tierra porque, como dice Marija Gimbutas: “La diosa del Neolítico tenía la capacidad de hacer surgir todo tipo de vida de su propio cuerpo”.
Pero, tal como hemos visto, “La figura de una mujer grávida no aparece por primera vez en los comienzos del Neolítico, sino antes, esto es, durante el Paleolítico, lo que evidencia que el símbolo fértil del útero es, al menos, tan antiguo como el arte de crear figurillas (…). En cualquier caso, el simbólico motivo paleolitíco de una mujer grávida, con manos en el abdomen, pervive hasta el Neolítico




Muchos teólogos y filósofos opinan que la religión nació con la consciencia del ser humano. Que en el hecho de preguntarse qué es y por qué está ahí ya se adivina una inquietud mística, que en todo caso, no es más que el germen de una religión. Aunque a la Humanidad de hoy en día no le sea sencillo interpretar las viejas creencias de la noche de los tiempos.
Sí sabemos, sin embargo, que las primeras sociedades tribales de las cavernas ya expresaban su religiosidad y sus cultos, a través de las pinturas rupestres. Eran estas creencias chamánicas, naturalistas, muy ligadas al entorno y las condiciones climáticas en las que nuestros antepasados vivían.

El primer gran culto descubierto por la Arqueología

De esas primitivas creencias la más conocida, y posiblemente una de las más importantes sea el culto a la tierra, entendida como madre fecunda, y cuyo icono representativo más famoso son las paleolíticas Venus de Willendorf, estatuillas bastas de robustas mujeres encintas que representan la fertilidad.
Más adelante en el tiempo, con la llegada de la agricultura y la ganadería el culto a la tierra no solo no declinó, sino que se diversificó, y por decirlo de algún modo, se hizo humano. Los primeros poblados conocidos, como los de Malta o Çatal Höyuk, en Turquía, dan muestra de ello, con sus estatuas dedicadas a una diosa madre ya plenamente identificada como tal. Es un culto que se popularizó en todo el entorno mediterráneo, y que por supuesto llegó a tierras ibéricas.

Modestas figuras de un gran misterio

Los ejemplos ibéricos de ese culto pueden parecer modestos, si los comparamos con otros encontrados en países próximos, pero su difusión en los yacimientos más importantes del Neolítico y Calcolítico peninsular nos hace pensar que no por ello fue menos importante ni profunda esa creencia.



Los ídolos oculados, y los ídolos placa o sandalia, rescatados principalmente de sitios como Los Millares, o de dólmenes y monumentos megalíticos del sudoeste peninsular, aunque se extendieron un poco por toda la península (Portugal, Extremadura, Andalucía Occidental…) son las expresiones más evidentes de los cultos a la diosa madre de que disponemos en nuestro suelo.
Son pequeñas estatuillas, de hueso, marfil o piedra, que representan una cara, o un cuerpo esquemático, con dos grandes ojos, rodeados de otros círculos que parecen hacer notar la mirada siempre atenta y vigilante de la deidad fecunda, solicita, siempre atenta a las necesidades de sus devotos, y a menudo sufrientes, creyentes. Puede que sea la primera muestra arqueológica de una religión conocida en nuestro suelo, sobre la que se sabe poco, y se investiga con menos medios de los necesarios.


          

Al contemplar de cerca estas figuras, uno siente la importancia que las comunidades antiguas dedicaron a esas figuras. Se siente, por así decirlo, el poder místico del culto a la tierra, a su protección. Al anhelo de una vida llena de beneficios, donde jamás falte el alimento y donde el ganado y las mujeres sean siempre fértiles, para que el pueblo que realizó esas estatuillas e ídolos pudiera crecer y prosperar, en un mundo que ya no era tan hostil como en los viejos tiempos paleolíticos, pero donde aún varios años de sequía y esterilidad significaban la hambruna y la muerte.
Y lo peor de todo es que, aunque creamos saber su función, en realidad su existencia aún es un Misterio sobre el que la Arqueología planea, sin llegar a desvelar del todo su función. Y quizás, para algunos soñadores, sea mejor que siga así.

Pero vayamos por partes.

Hace ya algunos años, se descubrió en Tell Brak, un sitio arqueológico ubicado en la fértil cuenca del Nar al-Khabur, en lo que hoy conocemos como Siria, el denominado Templo de los Ojos (Eye Temple) dedicado a la Diosa Madre Isthar, llamado así por los miles de pequeños ídolos de diversos materiales que se encontraron allí. 




Estos curiosos objetos tienen cuerpos casi cuadrados y cabezas delgadas delgadas talladas con de dos a seis grandes ojos.
Algunos son muy sencillos, hechos de barro:


otros con raros y lujosos materiales, como el cristal de roca



la mayoria son individuales, pero otros representan a varios individuos (familias?):




Poco o nada sabemos de su significado, aunque algunos de los especalistas que se han dedicado a estudiarlos, parecen señalar que serían una especie de ex-votos (ofrendas) a la diosa madre, para solicitar algún favor: suerte, protección, salud, etc.
Incluso hay dos, que parecen explícitamente talismanes, contra el mal de ojo:




El arraigo milenario que arrastraba la civilización occidental hasta 1945, hacía que en lugares como España se hubieran conservado supersticiones y cultos de origen milenario. Una de las más extrañas fue la del Mal de Ojo o Aojo; superchería en la que se creía hasta hace medio siglo en gran parte de nuestro territorio (principalmente en los ámbitos rurales), aunque aún recuerdo que en plena década de los 80, tuve que tratar de convencer sin éxito, a varias madres de alumnas supuestamente afectadas de aojo, y eso en la muy cosmopolita ciudad de Mataró en Catalunya. Costumbre que por su rareza pude estudiar durante un tiempo, llegando a la conclusión de que su origen estaba al menos en el Egipto Predinástico y en la Mesopotamia de comienzos del IV milenio a.C.. Manteniéndose el temor a su maldición entre múltiples culturas y durante decenas de siglos; llegando a mundos tan diferentes como el fenicio, el griego, el romano, el de Israel, el ibérico, el cristiano o el musulmán. 



El mal de ojo no es sólo un tema bien conocido en el misticismo, también se ha convertido en un término coloquial en la cultura moderna. Cuando uno mira a otras personas con celos, envidia o incluso con malicia, se dice que esa persona está dando el “mal de ojo”. El mal de ojo se ha asociado a diversos credos y naciones a lo largo de los años, de la magia y la brujería más oscura.
El cristianismo siempre representa el mal de ojo como una práctica del ocultismo, haciendo referencia al término en sentido figurado, tanto en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento como el resultado de la envidia o la codicia. 
A lo largo de la historia se han encontrado referencias literarias referentes al mal de ojo, y gran parte de ella proviene de la región mediterránea. Desde Platón, el filósofo griego que vivió en el año 400 a.C. hasta Ateneo, un retórico que vivió en el año 200 d.C. aluden al mal de ojo en sus escritos, lo que demuestra que esta creencia es una tan antigua como la historia misma. La realidad es que en toda la historia de la humanidad ciertos individuos han tenido habilidades paranormales que les permitían hacer daño o incluso matar a otros aunque fuera intencionadamente o accidentalmente.
El mal de ojo se refiere a la habilidad sobrenatural para lanzar hechizos o ejercer poder sobre las vidas de los demás con una simple mirada. Al mirar a otra persona y “echando el mal de ojo”, se puede inducir a una maldición sobre sus semejantes que a su vez les embrujarían o harían daño a todo un pueblo. En la antigua creencia religiosa, las personas que eran capaces de este poder tenían la capacidad de provocar grandes desastres como enfermedades, dolencias físicas o incluso la muerte de su víctima.
También tenemos que resaltar la importancia del color de los ojos. Las personas de ojos de color claro eran consideradas como poseedoras o posibles transmisoras de la maldición. 
Todas las personas podemos ser víctimas del mal de ojo, desde los más jóvenes como bebés y niños pequeños hasta las personas más ancianas. También se pueden ver afectados los creyentes y los no creyentes, incluso el ganado o una posesión inanimada.
Quizás ésto nos ayude a entender la existencia de éstos pequeños ídolos:



Pero además, otras culturas también han buscado protección contra el "aojo".

El Ojo de Horus




La representación del ojo de Horus era utilizada en Egipto como un poderoso amuleto curativo que preservaba de las enfermedades de los ojos y potenciaba la visión. Su origen como amuleto se sitúa en la leyenda egipcia que relata la lucha que Horus sostuvo contra Seth. Como consecuencia fueron numerosos los Udja depositados en las tumbas como amuletos protectores de los difuntos, que aseguraban la reconstrucción del ser en el más allá. Su popularidad como amuleto en el mundo egipcio hizo que se extendiera por todo el Mediterráneo occidental. 



La iconografía de tipo egipcio fue adoptada por las poblaciones indígenas, durante la I Edad del Hierro en l área de influencia Tartésica como consecuencia de los contactos con fenicios y foceos." 

Mano de fátima



El ojo que está en el medio de la mano es el ojo turco y que según ellos los sentimientos salen a través de la mirada y por eso nos tenemos que proteger del mal de ojo o la envidia,
Con el mismo valor en la cultura judía se encuentra la Hamsa:


y así podríamos seguir indefinidamente.
Otra de las hipotesis que se han dado para explicar la apariencia de éstos extraños ídolos, como no podía ser de otro modo, ha sido la de los extraterrestres...


En la página web Maestro Viejo se nos dice: Llegaron a la Tierra muchos seres externos a ella a través de las diferentes edades; sus formas físicas han podido ser muy diferentes tal como nos muestran las muy diversas representaciones que nos han llegado de ellos. Algunos se mostraron sabios, benevolentes y con clara intención de ayudarnos a crecer, tanto en lo material (agricultura, ganaderia) como en lo espiritual (revelaciones y profecías); pero otros trataron de aprovecharse de nosotros a través de las emociones negativas, como el miedo, y haciéndonos sus servidores (los temibles reptilianos). Todos ellos hubieron de estar mucho más avanzados que nosotros en tecnología, en otro caso no pudieran habernos visitado, y con esta podían realizar hazañas que a nuestros antepasados les pudieron parecer milagrosas. Por ello nuestros antepasados los tomaron por dioses. Muchos de ellos llegaron a través del gran portal interdimensional del golfo de Aden y en esa zona crearon grandes civilizaciones a través de extensos periodos de tiempo; las figuras representativas  de estos seres tienen similitudes por todos los rincones de la Tierra como si las distancias no hubieran sido un problema para ellos.

Pero volvamos al tema que nos ocupa.

En la península ibérica, el Neolítico Final y la Edad del Cobre (IV y III milenios ANE) fueron periodos caracterizados por una gran eclosión de creatividad artística y plástica. Esta creatividad se manifestó en medios y soportes muy distintos, que incluyeron el arte rupestre, el llamado arte megalítico (conformado por las grafías grabadas y pintadas que decoraban algunos monumentos megalíticos, 



así como por la estatuaria en piedra que les estaba asociada), las cerámicas simbólicas, que muestran decoraciones muy elaboradas, así como la miríada de tipos de ídolos y figurillas que por centenares se encuentran en todos los yacimientos de este largo periodo. Los ídolos calcolíticos constituyen de hecho un conjunto de elementos materiales del mayor interés; en soportes diversos, tales como placas de pizarra, huesos de animales o cilindros hechos en piedra, nos muestran una rica imaginería que es reflejo de las complejas cosmovisiones de estas sociedades. 
Aunque el ámbito de las creencias religiosas y el simbolismo es difícil de tratar arqueológicamente, pues exige datos precisos y de buena calidad, lo que salta a la vista es que tales cosmovisiones estaban pobladas de antepasados importantes, a los que se daba culto, y de seres sobrenaturales y divinidades que mostraban una fuerte afinidad con la naturaleza y, sobre todo, los animales. Dentro de este contexto, el oculado, uno de los motivos más omnipresentes, ha sido siempre considerado como símbolo de una gran divinidad tutelar que todo lo ve y lo conoce. 



Recientemente hemos encontrado una magnífica placa de oro en Valencina de la Concepción (Sevilla), en la que se representaron varios motivos oculados. Se da la curiosa circunstancia de que los únicos motivos oculados conocidos sobre piezas áureas se encuentran en Valencina de la Concepción y su entorno inmediato, lo que quizás sugiere que esta combinación de elementos (oro + oculado) conformaba un identificador étnico o cultural de las poblaciones del bajo Guadalquivir. Con la transición a la Edad del Bronce en torno a 2200 ANE toda esta riqueza artística y plástica desapareció de una forma abrupta.
Como veremos, en unos casos conocemos las circunstancias precisas de localización de los objetos, mientras que en otros carecemos de la información más elemental. Sin embargo en conjunto podemos reconstruir un panorama general en el que observamos la importancia que este motivo iconográfico alcanzó en la mitad meridional de la Península con el desarrollo de la economía productiva, sobre todo desde las fases avanzadas de la misma, donde los oculados son una más de las representaciones que venimos vinculando al campo simbólico.


Aunque encontramos algunos paralelos a las manifestaciones oculadas en otros puntos del Mediterráneo, es en la Península Ibérica donde este tema alcanza un mayor protagonismo. A lo largo de las siguientes páginas se encontrarán referencias que nos hablan de la importancia otorgada a estos objetos, como son los datos relativos a la reutilización y/o transformación de los ídolos, su producción en talleres especializados, su relación con el referente humano, plasmada en las posibles representaciones de tatuajes e indumentaria y el papel desempeñado tanto en los ajuares funerarios, como en el conjunto de imágenes simbólicas de estas sociedades.
El tema del oculado, a veces visto como soliforme, es una idea antigua que se remonta al Neolítico Antiguo y no exclusiva de la Península Ibérica, aunque fue en ella durante el Neolítico Final y el Calcolítico donde y cuando parece que tuvo un éxito especial. El oculado o soliforme, formado por un círculo con una aureola de rayos alrededor, aparece representado sobre cerámicas del Neolítico Antiguo.
En el año 2009, se celebró en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, un simposio sobre éstos ídolos oculados, 


os adjunto el enlace con el que podéis acceder a los materiales que allí se debatieron: 

http://www.man.es/man/estudio/publicaciones/conferencias-congresos/2009-Ojos
de los que hemos extraído además del título, algunos de las ideas que se exponen en la presente entrada.
Sean lo que sean, representaciones esquemáticas de la religión centrada en el culto a la Gran Madre Tierra -como defienden la mayoría de los especialistas-, u objetos mágicos con una función apotropaica o protectora, protegen a los vivos y sus posesiones de las fuerzas del mal que se transmiten a través de la miradas, que servirián de elementos guardianes del saqueo y profanación de las tumbas de lo muertos que se basan en el principio de que si el enemigo es visto y descubierto éste no puede ya hacernos daño; lo cierto es que caben aún muchísimas otras interpretaciones, más adelante retomaremos éste importante aspecto.

Una Venus egipcia del 6000 ane. que está revolucionando la egiptologia.



Van a tener que revisarlo todo, tanto en el Louvre como en los libros de historia. Si los análisis confirman el hallazgo del arqueólogo y egiptólogo francés Luc Watrin, entonces la más antigua estatuilla de la prehistoria egipcia no está en un museo ni en ninguna publicación, sino en una colección privada en París. Esta estatuilla, tiene una datación de "unos 6000 años antes de Jesucristo", dice Luc Watrin sosteniendo en sus manos el objeto comprado por un coleccionista privado hace doce años en la Galeria Cibeles de París. La estatuilla es de basalto, de color gris y grano muy fino, y tiene unas dimensiones de 18 cm de alto por 10 cm de ancho. Su forma es de barril, con dos agujeros para los ojos, una nariz recta y ligeramente truncado en la parte superior y en la base, y con curvas voluptuosas sorprendentemente contemporáneas.
Esta es una "diosa madre", afirma este investigador independiente, que asienta su notoriedad en más de ochenta publicaciones (incluidas en GREPAL, Grupo de Investigación Europea de Arqueología en el Levante, y que él dirige), así como en múltiples participaciones en congresos internacionales.
"Nadie habría podido predecir tal descubrimiento", aduce Emmanuelle Honoré, arqueóloga agregada al equipo de África, una sociedad mediombiental del UMR 7041 para la arqueología y las ciencias de la antigüedad en el CNRS, que ha podido ver el objeto. "Esta estatuilla muestra cierta idealización de la imagen de la mujer en momentos en que las representaciones femeninas eran extremadamente raras. La misma es estilizada, y va permitir comprender las preocupaciones intelectuales durante la prehistoria egipcia. Su significación antropológica es inmensa".
Independientemente de los efectos revolucionarios que ésta estatuita pueda provocar en los círculos de egiptólogos profesionales o aficionados, lo cierto es que en mi opinión, establece un precedente para nuestros ídolos oculados, creando un motivo o modelo que se expandiría por toda el área mediterrania, hasta llegar a la Península Ibérica.
El motivo soliforme se encuentra presente en las decoraciones impresas de Neolítico antiguo. Durante el Neolítico antiguo y medio peninsular existen también diversos recipientes cerámicos decorados con ojos que muestran que el tema oculado se encuentra presente en la Península Ibérica con anterioridad a la proliferación de los ídolos oculados. 

La Venus de Gavà


Una de las primeras imágenes peninsulares que presentan decoraciones solares u oculadas entre la cerámica del Neolítico Medio de los Sepulcros de Fosa en Cataluña, destaca la pieza antropomorfa descubierta en las Minas de Gavà, en la que el motivo solar se utilizó para representar explícitamente los ojos. Esta pieza constituye, probablemente, uno de los precedentes más evidentes de los ídolos oculados conocidos durante el Neolítico Final y el Calcolítico en la mitad meridional de la Península Ibérica. 
La pieza antropomorfa de Gavà fue hallada rota en varios fragmentos, de los que pudieron ser unidos siete y que permitieron reconocer una parte significativa de la misma. Los fragmentos de esta pieza fueron descubiertos con las excavaciones que entre los años 1992 y 1994 llevó a cabo la arqueòloga Alícia Estrada, en el relleno de uno de los numerosos pozos mineros de época neolítica conocidos en Gavà, concretamente en el número 16. Los fragmentos de la pieza antropomorfa de cerámica de Gavà fueron hallados repartidos por diferentes niveles del relleno del citado pozo número 16, desde el nivel 2 hasta el 8. Los fragmentos de la pieza antropomorfa de Gavà quedaron enterrados en el Neolítico al lado de un conjunto de materiales arqueológicos numeroso y variado. 
Entre ellos distinguimos una gran multitud de fragmentos de cerámica correspondientes a un considerable número de recipientes, algunos de los cuales han podido ser reconstruidos; distintos tipos de industria lítica, entre los que distinguimos sílex tallado, azuelas y hachas sobre rocas pulimentadas, picos y mazas de minero sobre rocas picoteadas, o distintos tipos de útiles para la elaboración de adornos corporales; así mismo han sido halladas un gran número de cuentas de variscita rotas durante su proceso de elaboración; también quedaron enterrados materiales de construcción en tierra correspondientes a estructuras de hábitat que debían existir en la superficie, no lejos de la boca de esta mina; restos de fauna que pertenecen a diferentes especies de animales, tanto doméstica como salvaje y tanto terrestre como marina; por último distinguimos los numerosos restos botánicos aparecidos, carbones de madera, semillas y polen de diferentes especies vegetales, tanto silvestres como cultivades.
Un relleno como el que aquí acabamos de describir parece resultado de la voluntad, por un lado, de acumular desperdicios o basuras en el interior de las minas abandonadas y, por otro lado, de evitar amontonar los residuos mineros fuera de ellas, lo que habría dificultado la apertura de nuevos pozos o la localización de cultivos que según la palinología estuvieron emplazados muy cerca de ellos. Aunque no podemos descartar que el colmatado de las estructuras mineras tuviera también un significado mágico relacionado con la creencia de que al rellenar las minas se devolvía el subsuelo explotado a su estado original propiciando la regeneración espontánea del mineral en el seno de la tierra, mito recogido por autores de la antigüedad como el griego Estrabón o como el latino Plinio el Viejo y quizás de origen prehistórico.
En cuanto a la cronología de la cerámica antropomorfa de Gavà, dadas las características de los materiales que acompañaban a sus distintos fragmentos podemos situarla en el Neolítico Medio: las dataciones se sitúan entre los años 4000 y 3800 a.C., es decir  dentro del primer cuarto del IV milenio a.C.
La pieza antropomorfa de Gavà es, como hemos dicho, una pieza de cerámica. El color de su pasta es rojo, mientras que el de las superficies interna y externa es negro. Éstas presentan un acabado bruñido que junto con la coloración oscura de la superficie resulta característico de muchas de las cerámicas del Neolítico Medio en lo que hoy es Cataluña. La pieza está decorada con relieves e incisiones muy finas y rellenas de una pasta de color blanco, quizás elaborada con polvo de conchas trituradas, lo que acentúa el contraste entre las incisiones y el fondo negro haciéndolas más visibles.
Los ojos de la pieza de las Minas de Gavá son circulares, semejantes a soles, con el centro en relieve y una aureola de líneas incisas a su alrededor. La nariz está representada también en relieve, estrecha, alargada y con los agujeros de las dos fosas nasales marcados. Por debajo de la nariz existe un motivo inciso, con forma de peine y una línea quebrada ascendente en cada extremo, en el que vemos la representación de un collar.




También están representados en relieve los pechos y las extremidades superiores. Éstas dobladas en ángulo recto por el codo, con ocho incisiones transversales sobre cada antebrazo que representan pulseras y otras incisiones parecidas en la parte superior de los brazos. Las manos están abiertas y con las palmas apoyadas sobre el vientre y por debajo de la mano izquierda se observan unas líneas incisas que dibujan parte de un ramiforme sostenido por dicha mano. El vientre está abultado como el de una mujer embarazada y con unas líneas horizontales paralelas en sus dos costados que quizás representen las estrías que son propias del abdomen de una mujer encinta. La representación del embarazo, junto a la de los pechos, no deja ninguna duda de que se trata de una representación antropomorfa femenina.
Las medidas de la parte conservada de la pieza antropomorfa de Gavà son 16 cm de altura, 11 cm de ancho y 6,6 cm de fondo. Tiene la cabeza unida directamente al cuerpo, sin que aparezca el cuello ni tampoco la boca. Por su morfología podemos decir que sigue un canon desproporcionado, ya que los ojos y la nariz no guardan proporción con el cuerpo, los pechos o las extremidades superiores. En cuanto a la estructura de la pieza, se observa que es simétrica respectoa un eje vertical que pasa por la nariz, el pectiniforme y las manos; así mismo se observa que está organizada a partir de unos ejes verticales (nariz – manos, ojos – pechos y brazos) y horizontales (ojos, pechos y antebrazos).



En cuanto a la interpretación de la cerámica antropomorfa de las Minas de Gavà pensamos que existen argumentos que permiten relacionarla con cultos a la fertilidad,  la fecundidad y una “diosa madre”. Una interpretación como ésta se deduce del color negro de la pieza, que estudios sobre simbolismo antiguo vinculan a la fertilidad (Gimbutas 1990: 144), de la feminidad de la pieza, como hemos visto visible en la representación de los pechos y del embarazo, y de la evocación de la maternidad, a través del mismo embarazo y de la posición maternal y protectora de las manos sobre el vientre.
Para acabar con el tema de los ídolos oculados en Catalunya, donde no se han hayado más que unas pocas representaciones, añadimos la siguiente fotografia de algunas de ellas...



Y del menhir recientemente descubierto en el Pla de les Pruneres en Mollet del Vallés:





A lo largo de más de un siglo, las representaciones oculadas peninsulares han sido interpretades de diversas formas que desde el punto de vista "oficial" bien podrían agruparse en dos grupos. Por una parte las que postulan que se trata de representaciones de una divinidad y, por otra, las que ven en ellas una representación simbólica de las personas a las que se asocian en las sepulturas.
La primera opción -como ya hemos apuntado anteriormente- es la que más opiniones reúne y más variedad muestra en la interpretación de sus atributos. A comienzos del pasado siglo M. J. Déchelette las consideraba como rostros tatuados de una divinidad femenina en su carácter de divinidad funeraria, protectora de las sepulturas.




Así mismo han sido relacionadas con la divinidad femenina mediterránea de los «ojos de lechuza » que aparece en el Próximo Oriente a fines del IV milenio a.C. (Gimbutas 1991). Los ojos serían el símbolo de la diosa Ave y el tatuaje facial simbolizaría el agua que fluye, 



mientras otros investigadores ven en los oculados a la diosa de los ojos de sol o de fuego, una divinidad de los metalúrgicos del cobre y, para los ejemplares que presentan un segundo par de ojos, se ha sugerido que serían la representación de pechos.
La otra corriente interpretativa considera a los pequeños ídolos de las sepulturas megalíticas peninsulares como la representación de antepasados (Eliade 1974). En este sentido se ha postulado que los oculados sobre huesos largos podrían actuar como elementos de carácter heráldico, al darse una situación similar a la de los ídolos placa, siguiendo la teoría de K. T. Lillios (2008: 135–151) quien postula que las placas serían emblemas estrechamente vinculados a la identidad del inhumado cumpliendo una función heráldica, representando la filiación genealógica y el linaje de individuos de la élite, viendo en los diversos motivos geométricos el linaje y en las filas horizontales el número de generaciones pasadas desde el ancestro originario. En opinión de esta investigadora, las placas surgirían en un ambiente de competición social para controlar el acceso al territorio y a los recursos de la región del Alentejo, suelos fértiles y afloramientos de cobre y de amfibolites.
El hecho de que no coincida el número de oculados con el número de enterrados en un sepulcro lleva a pensar que no todos los integrantes de la comunidad eran merecedores de tal “privilegio” o distinción, de lo que se podría hacer una lectura en términos de desigualdad social, como puede deducirse de otros elementos peculiares del registro funerario como los colgantes acanalados. 


Pero las características de los depósitos no permiten, con los datos actuales, asociar estos elementos a una élite o a un grupo social determinado en función de su genero o edad.
Todo parece apuntar a que ante la variedad formal de los ídolos del Neolítico final y del Calcolítico peninsular, habría que descartar en este momento un pensamiento religioso monoteista y considerar la existencia de la creencia en diversos entes divinos relacionados con distintas actividades de la vida y con la muerte. Los ojos abiertos de los ídolos oculados llevarían codificado un mensaje (¿mirada divina protectora o vigilante?) que no parece ser el mismo que portan los demás ídolos sincrónicos carentes de detalles faciales. Sea cual fuere el verdadero significado de los ídolos, parece evidente que juegan un papel importante en el mundo funerario, toda vez que con frecuencia acompañan a los muertos, bien de forma individual relacionados con un cráneo, como se observa con algunos ejemplares valencianos, bien como depósito colectivo agrupados en un lugar del sepulcro, como sucede en La Pijotilla.



Aunque en cada región la representación de los ojos adopta unas peculiaridades propias, unos componentes iconográficos semejantes, y el empleo de huesos largos como soporte, repartidos en un área geográfica tan amplia, han de responder a un trasfondo simbólico–religioso común aunque pertenezcan a unas realidades culturales diferentes, que encuentra explicación en las amplias redes de intercambio de alcance interregional que se observan durante el Neolítico final y Calcolítico de la mitad Sur peninsular, donde circulan abundantes materias primas, objetos manufacturados y también, muy probablemente personas, las cuales portarían consigo sus referentes simbólicos.

podemos admitir que el tema “oculado” por su reiteración constituye la esencia de la ideología religiosa de estas sociedades del IV y III milenio a.n.e.




En la situación actual no resulta factible establecer interpretaciones artefactuales al margen de su realidad contextual y de las evidencias que conectan las placas decoradas con elementos de variado soporte y ubicación. Es esa perspectiva más integral en el marco de las representaciones antropomorfas que se asocian al megalitismo ibérico.
La confluencia de estas piezas en el Alentejo y su dispersión en el entorno de este núcleo megalítico, avala su posición central en la producción de este tipo de objetos. Su cantidad, su calidad y las sensibles diferencias en las técnicas, materias primas y diseños geométricos, nos sirvieron para proponer una interpretación de talleres con marcos regionales o comarcales de distribución y, en ese rango de hipótesis, de un artesanado que incluiría a sus productores y usuarios en el camino a la desigualdad social.
Efectivamente, existen algunas placas que nos permiten suponer, por la elaboración de los diseños y por la perfección de sus decoraciones, la existencia de unos artesanos muy especializados en la producción de estas placas:


Pero hay tambien otras en las que no podemos ver la especialización por ningún sitio, más bien lo contrario:




El destacado papel de las imágenes humanas en el conjunto gráfico del megalitismo europeo supone una referencia incuestionable en la que comprender las placas decoradas como una más de las versiones, en este caso portátil, que hemos propuesto interpretar como especializaciones identitarias. 



La tradicional interpretación del megalitismo alentejano situaba en el interior de sus megalitos la presencia de abundantes placas decoradas realizadas mayoritariamente sobre esquisto. Su valoración como imágenes de diosas orientales realizadas en materias primas de carácter local, corría pareja a la de un megalitismo tardío dependiente del Sureste que fijaba el desarrollo de estos objetos a partir de la segunda mitad del III milenio cal. BC.
En el contexto de la perspectiva orientalista hay que incluir su interpretación como ídolo de la “diosa”, el objeto que permite conectarse con ella. Imágenes femeninas de carácter apotropaico, ojos que todo lo ven, manifestaciones de lo sagrado o “deusas da noite”, aludiendo a su aspecto de lechuza.




Referencias todas más poéticas que contrastables, pues lo cierto es que las representacions que nos ocupan tienen ojos porque ese es un elemento indisociable de la figura humana y su definición sexual es muy difícil de establecer en una parte importante de los casos. El protagonismo de los ojos–soles en algunas de las placas, conecta con la asociación más común en todo el arte esquemático ibérico, la que une de modo constante figuras antropomorfas con imágenes solares en tipos mixtos antropomorfo/sol que superan la realidad humana y que deben aludir a personajes míticos. Esto es así en el caso de las placas decoradas y en el de otros muchos objetos, o en los paneles con grafías pintadas y grabadas.
Las placas serían, pues, una versión más de un panorama muy generalizado de imágenes no reales que tienen en el sol su referencia más constante, como sucede en la mayor parte de las culturas agropecuarias.




Nuestra identificación de talleres y decoraciones con delimitación grupal de caràcter identitario, se suma a la hipótesis de Lisboa y Gomes y se traduce en la definición de las placas como objetos heráldicos. La variedad de decoraciones geométricas y de perfiles se ha venido esgrimiendo como base de tipologías más o menos complejas, en las que se da cabida a tipos mixtos. Admitiendo que la imagen humana es la intención básica de estas piezas, optamos por establecer dos grandes grupos, uno de contornos más claramente antropomorfos –A–, y en ese sentido, de elementos de vis escultórica, y otro de contornos y decoraciones de fuerte tendencia geométrica.
Por un lado las placas que se asocian a individuos concretos, que hemos propuesto definir como “amuletos–placa” y, por otro, las que desempeñan papeles escultóricos –“estelas-placa”–, ocupando lugares a la entrada de la cámara o a la entrada del monumento, que responden a ofrendas de carácter colectivo.




El conocimiento cada vez más amplio de los proyectos integrales que afectan a la decoración de los monumentos megalíticos, incluye el destacado papel de los sintagmas geométricos. Estos reiteran temáticas conocidas en las diversas variantes de placas decoradas, sustentando una trasposición de significados entre soportes muebles y soportes parietales que creemos del máximo interés.Todos reflejarían imágenes humanas vestidas con mantos que les cubrían por completo, identificados por decoraciones geométricas más o menos elaboradas .
Los objetos que nos ocupan son una versión portàtil de las que forman parte del imaginario que se aplica al mundo sepulcral relacionado con el culto a los ancestros. Los soportes de los dólmenes son grandes placas escultóricas que representan figuras humanas en versiones más o menos explícitas.



Se han distinguido 8 tipos principales de placas a partir de la estructura compositiva, la forma, número de perforaciones, número de caras grabadas y motivos presentes, identificándolos como tipos I a VIII:

Tipo I: Clásico. 







Constituye el tipo de placa más abundante y ampliamente distribuido. Las placas clásicas tienen una estructura compositiva bipartida consistente en un tercio superior estrecho y dos tercios inferiores (base) más amplios. La parte superior tiene también un campo triangular vacío en el centro (a menudo con una perforación) y un conjunto limitado de motivos, tales como correas, uves invertidas o rayos. Separando las partes superior e inferior hay bien una única línea horitzontal o bien una o varias bandas horizontales, que pueden aparecer sin decoración o decoradas con retícula, triángulos o algún otros motivo geométrico. Los elementos decorativos se concentran en la base, encontrándose uno o más de una serie de seis motivos geométricos repetitivos: ajedrezado, bandas verticales, triángulos, chevrons, espigas y zigzags.

Tipo II: Transicional. 




Las placas transicionales se caracterizan por motivos que llenan casi la totalidad de la placa, con la excepción del campo triangular próximo a la perforación. Al contrario que las placas clásicas, las transicionales no están claramente divididas en dos campos compositivos. Este tipo es el segundo más común y también aparece con una amplia distribución. Los motivos asociados con estas placas son triángulos, chevrons y zigzags.

Tipo III: Azada. 





Son raras, también de estructura transicional, pero de forma compuesta (o con hombros marcados), aparecen decoradas únicamente
con triángulos.

Tipo IV: Unipartitas. 




Las placas unipartitas tienen motivos que cubren toda la cara de la placa, sin que ningún elemento formal separe la parte alta de la base. En estas placas se utilizan varios motivos distintos.

Tipo V: Alfombras. 




Estas placas tienen una composición distintiva (un campo cuadrado o rectangular rodeado por un ribete decorado) y están grabadas en las dos caras. Los motivos asemejan un textil o alfombra. Las placas alfombra están normalmente hechas en arenisca de color rosa, aunque algunas se manufacturaron en pizarra y esquisto. Estas places son raras, y se las encuentra en la periferia de la región general por la que se distribuyen.

Tipo VI: Atirantadas. 




Estas placas son de forma compuesta, tienen dos perforaciones y presentan motivos en forma de tirantes y triángulos. Son asimismo bastante raras, y se las encuentra únicamente en el sector noreste del área general de distribución de las placas.

Tipo VII: Biomórfico simple. 




Estas placas (junto con las de Tipo VIII) son las que en gran medida alimentaron la interpretación de las places como Diosa Madre. Las placas de tipo biomórfico simple muestran lo que parecen ser “apéndices” y a veces “ojos” o una “nariz”. Son escasas y se las encuentra generalmente en el sector noreste del ámbito de distribución de las placas.

Tipo VIII: Biomórfico whiskered. 






Estas placas son similares y relacionades a las de tipo biomórfico simple, aunque sus diseños incorporan más motivos geométricos (imagen 4 y 8). Tienen múltiples registros de triángulos (que a menudo aparecen invertidos) o chevrones en el anverso, 2 ó 3 bandas que irradian de la “nariz” (y que asemejan “bigotes” – whiskers) y “borlas” en el reverso. Son raras y aparecen fundamentalmente a lo largo de la periferia de del ámbito de distribución de las placas.
Existen además, otros estilos o variantes




incluso recicladas


Al margen del caracter heráldico que estamos apuntando, recientes hipótesis vienen a dar un significado totalmente diferente y complementario a todo los dicho hasta ahora.
Poco antes de la segunda mitad del IV milenio aC, los dólmenes se alargaron o se les adicionó un pasillo de acceso, dando lugar al denominado sepulcro de corredor. Entre el ajuar de estos sepulcres, aparece un elemento definidor de este período. Son los llamados ídolos-placa, generalmente de pizarra, grabados por uno o por los dos lados con incisiones geométricas de diverses formes. Su tamaño varía, desde los que se pueden colgar del cuello hasta los que llegan a pesar un kilogramo. En excavacions metódicas, se ha podido constatar que cada inhumación se corresponde con una placa, además de haberse evidenciado el bajo número e individuos, como si éstos hubiern sido diferenciados más por sus poderes o conocimientos religiosos que por su situación econòmica, ya que todos los ajuares son pobres.
Posiblemente, cada sacerdote tenia su pròpia placa en la que dibujaba de forma críptica –sólo conocida por él- representacions de los ciclos astronómicos sagrados con los que, al sacralitzar la placa, la convertía, además en distintivo social y en un objeto de devoción.
Las disposicions geométricas de las places, han revelado su caràcter astronómico definidor del cicló metónico. Los dos ídolos-placa que presentamos a continuación, dentro de este mismo rasgo, tienen una mayor compleidad pues en ellos están indicados, en la misma figura, todas las cifras claves del calendario metónico y del predictor de eclipses lunares. Para la determinación de estas cifras, únicamente , se debe variar el orden en la computación de las unidades que tiene cada placa.
De la localidad portuguesa de Idanha a Nova, procede el idolo-placa siguiente:




En su cara, està indicado el número cuatro por los trazos horizontales. Lo que podríamos definir como pliegues del vestido forman tres ángulos en su parte central y tres grupos de tresángulos en sus dos laterales. Todas la cifras clave se sitúan en los dos primeros ángulos centrales.

En astronomía y con el establecimiento de los calendarios, el ciclo de Metón o ciclo metónico es un común múltiplo aproximativo de los períodos orbitales de la Tierra y de la Luna. En efecto, 19 años tropicales y 235 meses sinódicos no difieren más que en 2 horas; de ahí que después de 19 años, las mismas fechas del año correspondan con las mismas fases de la Luna.
El puesto de un año en este ciclo se llama número áureo, quizá porque era grabado cada año en los pilares de un templo en Atenas y es utilizado para el cálculo de la fecha de Pascua. El nombre de ciclo metónico proviene del astrónomo griego Metón, quien había señalado ya esta coincidencia alrededor del 432 a. C., como lo hizo el astrónomo caldeo Kidinnu hacia el 380 a. C. Pero los escritos cuneiformes parecen indicar que este ciclo era ya conocido en Mesopotamia desde el siglo VI a. C. y era utilizado para predecir los eclipses.
El ciclo de Metón es empleado en los calendarios lunisolares. En efecto, en un calendario lunisolar típico, la mayor parte de los años son años lunares de 12 meses, pero 7 de los 19 años poseen un mes suplementario, conocido con el nombre de mes intercalar o embolismico.
En los calendarios babilonios y hebreos antiguos, los años: 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19, son años de trece meses del ciclo metónico.

Existen igualmente otros dos ciclos similares: el octaeteris (8 años ≈ 99 lunaciones, cf. calendario ático) y el tritos (11 años ≈ 136 lunaciones).
El ciclo metónico está igualmente próximo (a medio día casi) de 255 meses draconíticos. Es pues igualmente un ciclo de eclipses, que dura solamente 4 o 5 eclipses. El tritos, cercano a 146,5 meses draconíticos, es un mejor ciclo de eclipses.

Se ha realizado un estudio estadístico de los motivos decorativos que aparecen en los ídolos placa asociados al fenómeno megalítico en el sudoeste de la Península Ibérica. Los histogramas muestran dos picos claramente significativos centrados en 12,4 y entre 27,7 y 29½, respectivamente. Estos números poseen un marcado carácter astronómico (número de lunaciones en un año trópico, número de días en un mes) lo que podría indicar que los ídolos placa presentan algún tipo de simbología astronómica, de carácter lunisolar, que viene a confirmar los resultados obtenidos por la orientación de los monumentos megalíticos de la región (las antas o dólmenes), donde los propios ídolos fueron encontrados.




Arriba podemos ver diversos ejemplos de ídolos placa ibéricos con motivos (triángulos, zigzags o cuadrados) que repiten, entre otros, los números 28, 29 o 30. Son muy frecuentes y posiblemente dan cuenta del número de días de una lunación, como redondeo de la duración del mes sinódico de 29½ días o del sidéreo de 27,6 días. El de Brissos (arriba a la derecha) muestra un patrón de 19 o 20 triángulos, otra cifra frecuente en la decoración de los ídolos placa. El análisis estadístico del número de motivos (en su mayoría triángulos, aunque también líneas, zigzags o cuadrados) que se pueden encontrar en una muestra de 130 ídolos placa descubiertos en dólmenes del sudoeste de la Península Ibérica, destacan claramente dos picos significativos centrados cerca de 12½ y de 29, dos números con fuerte significado astronómico. 
El mes sinódico es el período que transcurre entre dos mismas fases consecutivas de la Luna, siendo su duración aproximada de 29,53 días. La causa de las fases de la Luna es que vemos la parte de la Luna que se ilumina por el Sol y ello depende de su posición relativa respecto al Sol (vista desde la Tierra). Ya que la Tierra gira alrededor del Sol, la Luna tarda un tiempo extra (después de completar un mes sideral) en volver a la misma posición con respecto al Sol. Este periodo más largo se llama sinódico. Debido a las perturbaciones de las órbitas de la Tierra y Luna, el tiempo real entre lunaciones puede variar entre 29,27 y 29,83 días, aproximadamente.
Los hallazgos arqueológicos demuestran que ya en el Paleolítico se contaba el tiempo usando las fases de la Luna. Asimismo, el mes sinódico es todavía la base de muchos calendarios.


La placa anterior, procede del dolmen de la Granja de Céspedes (Badajoz) y se halla depositada en el Museo Arqueológico Nacional. En su parte derecha (a) tiene seis ángulos rayados; en la central (b) cinco y en la izquierda (c) cuatro ángulos, todos ellos bien dibujados. Contandolos según el cuadro 4, se determina el cicló metónico. Las cifras del calendario se obtienen en el cuadro 5, Las cifra del predictor se destacan de los ojos.

El motivo oculado en otros soportes

Existe además una enorme variedad de oculados en muy diferentes soportes, como por ejemplo cerámicas:



Pinturas rupestres


Estelas de piedra


Directamente moldeados en las rocas





Como hemos podido ver a lo largo de la presente entrada el tema de los ídolos oculados presenta muchos interrogantes, más allá de lo que en principio se planteaban los arqueólogos discutiendo sobre los materiales, las formas, etc. Deduciendo de todo lo dicho, podríamos hacer una primera lista de posibilidades:

* Parece bastante evidente que los oculados fueron objetos de culto y muy apreciados y generalizados.
* Quizás se trata de representaciones esquemáticas de la Gran Madre de la primera gran religión de la Humanidad.
* Puede que fuesen ofrendas votivas a la Gran Madre.
* Para propiciar la fertilidad y la fecundidad.
* Representaciones de los primeros instructores venidos de las estrellas.
* Talismanes contra el Mal de Ojo.
* Amuletos protectores de los sepulcros y de los bienes depositados en ellos.
* Recordatorios heráldicos de grandes ancestros.
* Calendarios lunisolares para predecir estaciones, eclipses en manos de los sacerdotes de aquella primitiva religión.
Son muchas las cosas, pues, que han ido reestructurándose desde las viejas hipótesis en las que el objeto era el fin mismo del análisis. Lecturas más integrales son las que avanzan en la dirección de añadir matices al estudio del ritual funerario de los ancestros, que tiene en las esculturillas antropomorfas del Neolítico, Calcolítico y Bronce una dimensión de la medida que la imagen humana posee en las referencias mitológicas, culturales y simbólicas de los constructores de los megalitos.

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